Lady Filstrup (3ª época)

Dedicado a la música ligera, actores españoles y tebeos de Bruguera (porque sí, porque rima).

Mi foto
Nombre:
Lugar: El Escorial, Madrid, Spain

miércoles, abril 25, 2007

Una novedad esperanzadora


En la medida en que responde a un requerimiento largamente esperado por muchos de los amigos de Lady Filstrup, el lanzamiento editorial del número 4 de la colección de Ediciones B "Super Humor - Clásicos", dedicado a Roberto Segura y titulado "Rigoberto Picaporte y compañía", debe ser saludado con alborozo.

El contenido del tomo ofrece una muestra bastante razonable de la obra brugueriana de Segura, dedicando 26 páginas a cada uno de los 7 capítulos que lo componen y un personaje a cada uno de los capítulos, con excepción del último, que es compartido por "Rebóllez y señora", "Piluca, niña moderna", "Maritina, la chica de la oficina" y "Lily". Los primeros seis capítulos son los dedicados (por orden de aparición) a: "Rigoberto Picaporte, solterón de mucho porte", "Los señores de Alcorcón y el holgazán de Pepón", "La alegre pandilla", "El capitán Serafín y su grumete Diabolín", "La panda"y "Pepe Barrena". Viene prologado por Francisco González Ledesma, que despacha unas líneas que resultan algo genéricas y un tanto vagas, pero sin duda sentidas y entusiastas. Los responsables de la edición han tenido el detalle de encabezar cada apartado con la inclusión de la primera página publicada de cada personaje, aunque a los burgomaestres nos habría gustado que el afán documental se hubiera ampliado también al resto, dando orden cronológico a la sucesión de las historietas. Por poner algún pero más, también habríamos querido que las historietas largas de la Panda hubieran merecido un volumen aparte, pero al incluirse aquí una (la de "La isla de los chalados"), mucho nos tememos que no quepa esperar tal cosa.
La calidad de la impresión, al trabajarse con reproducciones, no es del todo excelente, quedando el contraste un tanto débil. Suponemos que no era mejorable y nos resignamos a ello. Por otra parte, el precio, dato no meramente anecdótico, sino de mucho interés, es adecuado y asequible.

En definitiva, como decíamos en el título, nos hallamos ante una novedad que da alas a la esperanza de los amigos de Lady Filstrup de ver en el futuro más ediciones de la obra de los dibujantes de la Escuela Bruguera. Celebramos mucho la aparición de esta entrega (especialmente y de manera muy sentida, por su autor, el entrañable Roberto Segura) y quedamos a la espera de ver otras dedicadas a Peñarroya, Cifré, Escobar (más allá de Zipi y Zape, se entiende),Schmitdz, Nadal, Raf, Gosset, o de nuestro muy querido Jaume Rovira.
Además de la portada, el volumen contiene una nota final manuscrita, con autorretrato incluído, del maestro Segura. La reproducimos aquí en homenaje suyo y para animar (si es que era preciso) a los amigos de Lady Filstrup a que corran (como un personaje seguriano) a comprar el Super Humor Clásicos: "Rigoberto Picaporte y compañía".

lunes, abril 23, 2007

50 años de "santjordis"


Medio siglo es un largo periodo para los parámetros humanos. Tiempo más que suficiente para que se sucedan los gobiernos, los modelos de Estado y para que se produzcan rebeliones militares que devasten una nación y derroquen la legalidad. Entre el Sant Jordi de 1928 y el de 1978, transcurrieron cincuenta años en la vida catalana marcados por acontecimientos decisivos y, por desgracia, en muchas ocasiones, atroces. Pero las tradiciones tienen eso, que se mantienen no importa el alcance de los acontecimientos producidos. Sin embargo, hasta las tradiciones más firmes (y en Catalunya, la del día de Sant Jordi, lo es) muestran caras muy distintas dependiendo del momento en que se celebran.

El año pasado, en Lady Filstrup, recogimos una magnífica ilustración de Opisso para el ejemplar de “L’esquetlla de la torratxa” del Sant Jordi de 1932. En aquel entonces, la candente actualidad coincidía casualmente con la del 2006, en ambos casos, los políticos catalanes presentaban y defendían su proyecto de Estatut Autonómico ante las Cortes de Madrid. En este año 2007 nos hemos topado con otra “Esquetlla de la torratxa” dedicada a Sant Jordi, en esta ocasión, la del año 1928 y, por una feliz coincidencia, podemos compararla con el especialísimo ejemplar de Editorial Bruguera de la frustrada revista “Jordi”, editada en 1978, justamente media centuria después.

El espíritu que anida en el semanario fechado en 1928 está fuertemente marcado por un afán de difusión de la cultura y del libro como su vehículo fundamental. Desde su espléndida portada, debida al genio del ilustrador Mondragón, se pone de relieve el incalculable valor de los libros como defensa contra las acechanzas de la odiosa ignorancia. Esta lucha del Bien contra el Mal, la lanza se sustituye por una pluma y el yelmo por un libro. La divisa inscrita en el escudo “A bon seny no val engany” (Contra el buen juicio no cabe el engaño) propugna la búsqueda del conocimiento. Por si no fuera suficientemente claro el mensaje de la ilustración, un breve texto de apoyo introduce un elemento clarificador adicional: “El sant Jordi que ens convé”. Se suma aquí un matiz que manifiesta la prevalencia de la cultura por encima de una religiosidad mitológica.

En el interior de este ejemplar, en sus páginas centrales, encontramos una magnífica ilustración de Opisso, ese artista incomparable por el que los Burgomaestres sentimos especial predilección, con un comentario, también aleccionador, en el mismo sentido que la portada y formulando el deseo de que este repentino amor por la cultura y esta sed de conocimientos propia del “Día del Libro” se convierta en un hábito diario y no de periodicidad anual. Pero más allá de las indudablemente nobles intenciones del autor, la ilustración, como todas las de su autor, encierra una riqueza de matices extraordinaria, desplegando un variopinto abanico de tipos humanos como sólo Opisso era capaz de ofrecer al asombrado ojo del lector. Hemos seleccionado algunos detalles, pero sin duda, en la contemplación de la ilustración completa podrá el espectador encontrar muchos otros tan deleitables como estos o más.

El panorama en 1978 había cambiado mucho. A la hora de cumplir con una obligatoriamente diferida cita con la lengua catalana (que en el prólogo de la revista se califica como “perseguida i malmesa” (perseguida y estropeada), editorial Bruguera no hace sino acercarse a un presunto público ávido de encontrarse con su propia cultura popular. El intento no alcanzó, ni mucho menos, el éxito apetecido y no, precisamente, por no haber sido ambicioso, ni por falta de interés. Con la muy notable (y tal vez significativa) ausencia de su figura estrella, el popularísimo Francisco Ibáñez, la recién nacida publicación, “Jordi”, salía al mercado en un formato gigante, de 68 páginas y con trabajos nuevos de casi todos los dibujantes de la casa. La nómina de creadores incluía a los veteranos supervivientes (fallecidos mucho tiempo atrás Jorge y Cifré y, más recientemente, Peñarroya) Escobar, Sabatés y Figueras (más el experimentado Vázquez), además de los de la “segunda generación” Raf, Segura y Enrich y los de la tercera, Jaume Rovira y Ramón Maria Casanyes, a los que había que sumar a ilustres como Carlos Freixas, o Lluis Casamitjana.

El contenido de “Jordi” rezumaba patriotismo catalán en un momento en el que el pueblo de Catalunya reclamaba a voces su Estatut. Se vivía el fervor patriótico en cada rincón del País Catalán y, en consecuencia, Bruguera llenó su revista de butifarras, barretinas y símbolos patrios tales como los hechos del 11 de Septiembre, mosén Cinto Verdaguer, y, por supuesto, el Barça. Al mismo tiempo, en líneas generales, el perfil de la publicación se centraba en el público infantil y, con la excepción de la siempre ácida comicidad de Vázquez, la temática que exploraban las historietas era más bien amable y bucólica, con niños acompañados de perros envueltos en peripecias de nula mordacidad, exenta del menor atisbo de violencia o de carga crítica.

Así las cosas, podemos considerar la portada de Raf un tanto engañosa en relación al contenido de la revista, al menos en el segundo aspecto comentado (el de su infantilismo). La joven que ocupa el centro de la imagen está bastante crecida y promueve fogosas reacciones a su alrededor por parte de la como siempre bien surtida tipología masculina rafiana. En el otro aspecto destacado de la revista (el patriotismo), en cambio, la portada está muy en consonancia con las páginas interiores. Hasta seis “senyeres” pueden contarse en ella (bufanda de Jordi, lazo de la muchacha y punto de libro, incluídas).

Se abre la revista con un pórtico ilustrado por Antonio Ayné, un artista habitual del TBO, que realiza una composición de algunos de los monumentos más conocidos de Catalunya que enmarca el mensaje “institucional” de la editorial. Superada esta formalidad, se da paso a una doble página de aleluyas (“rodolins”, en versión catalana) de Joan Rafart “Raf”, con el FC Barcelona como protagonista, por aquel entonces, una de las más enraizadas esencias del común de los catalanes. A continuación, toma el relevo Jaume Rovira, que inaugura el desfile de niños que pueblan la publicación, con su Oriol, acompañado de su perro “Menut” (como veremos, también habrá más canes presenten en las páginas venideras). Se trata de una serie que participa de un mismo espíritu (totalmente apegado a la realidad) que otras de “Jordi”, poniendo especial cuidado en retratar aspectos cotidianos con todo detalle (modelos de cohes, mobiliario urbano...) una característica propia de su autor y de otros de su generación que volveremos a encontrar en otras historietas de la misma publicación.

Vázquez aparece con una primera entrega de su humor cáustico, la página titulada “Escriptors murals”, a propósito de la marea de “pintadas” que llenaban las paredes por aquellos años que hoy conocemos como “La Transición Democrática”. Los que tenemos cierta edad lo recordamos perfectamente. Para compensar esta expansión de informalidad, en la página enfrentada, una sección de rotunda seriedad y ambición formativa: “Els nostres homes”: Jacint Verdaguer (Nuestros hombres: Jacint Verdaguer).

La contribución de maese Escobar consiste en la creación de una parejita de gemelos (niño y niña) llamados “En Met i la Quima”, que guardan una notable semejanza con los eternos Zipi y Zape. Cobra un protagonismo especial la tradicional butifarra, cosa que, conociendo el sempiterno interés de Joseph Escobar por la comida, no nos sorprende en absoluto. Superada la entretenida historieta del creador de Petra, la gravedad se impone para explicar en dos páginas la derrota que costó su independencia a Catalunya el 11 de septiembre de 1714. La firma se reduce a dos iniciales, F.L., las mismas que firmaban el texto sobre Jacint Verdaguer, pero así como las ilustraciones del apunte biográfico del eclesiástico nacido en Folgueroles venían firmadas por Antonio García, en los dibujos de las hazañas de Rafael de Casanova (más que correctos, por cierto) no he sido capaz de encontrar ninguna firma.

Siguiendo con el recorrido por el ejemplar de “Jordi”, nos detenemos en la historieta futurista dibujada por el hijo de Emilio Freixas, Carlos, “El misteri de Nordia-Epsilon”, con guión de Víctor Mora. Es un punto discordante en la revista, que no guarda ninguna relación con el resto, aparte del obligado uso del catalán y sus giros lingüísticos propios. En el espacio exterior el uso de la barretina no está contemplado. Abruptamente, dejamos la nebulosa de Andrómeda para aterrizar, directamente en “La nostra terra: L’Empurdà”, una sección de dos páginas sobre la citada comarca que pretende “instruir deleitando” y que firma, esta vez con el nombre completo, el misterioso F. L., es decir Frederic Larreula.

La primera muestra del arte de Ramón Sabatés llega en la página 34 : “El senyor Ramon”, un personaje sometido a una serie de tormentos que parecen salidos de la sección que el dibujante realizó durante años en el TBO, “Los grandes inventos del TBO, del profesor Franz de Conpenhague”. Si a Sabatés no se le relaciona especialmente con Bruguera (a pesar de que dibujó para ella desde los primeros años del Pulgarcito de historietas y realizó también ilustraciones para colecciones de cuentos), en la página opuesta, encontramos una página del Don Agapito de Blas Sanchís, o sea, de un personaje habitual de las revistas Bruguera, sólo que en versión catalana. Curiosamente, no parece dibujada por su creador y , quizá en consecuencia, no aparece firmada.

La historieta de Lluís Casamitjana, uno de los más prolíficos dibujantes de la serie “Joyas literarias juveniles”, presenta al personaje Juli Vert (en castellano se llamaría Pere Jil) , otro muchachito que, tras pasar una aventurilla en un circo, acaba dueño del perro que le va acompañando. Como en la historieta de Rovira, los detalles con los que se caracteriza la acción nos permiten reconocer un lugar de existencia real (en este caso, incluso podemos reconocer que se trata de la ciudad de Barcelona). La historia se desarrolla a lo largo de ocho páginas que incluyen algunas viñetas espectaculares que reflejan el ambiente circense. No obstante, el nulo atractivo del personaje protagonista convierten en baldío el esfuerzo artístico. Más gracia tiene la segunda historieta de Sabatés, que presenta al matrimonio Llagostera (“El Llagostera (matrimonio de primera)” y sus problemas con una criada doméstica robótica.

Roberto Segura (al que, por cierto, queremos felicitar por la feliz edición de un tomo de “Súper Humor” dedicado a su obra en Bruguera: “Rigoberto Picaporte y compañía”, Ediciones B. Altamente recomendable y muy esperado por merecido, por supuesto) contribuye con “En Ciset”, un chaval enraizado en el mundo rural catalán, tocado con barretina y partícipe del espíritu travieso propio de la chiquillería seguriana. Como el Juli de Casamitjana y el Oriol de Rovira, también va acompañado de un perro, en este caso llamado “Xic”. Las cuatro páginas de Segura dan paso a la primera de Alfons Figueras, que tiene la atención de firmarla precisando la fecha, detalle que siempre resulta interesante para el aficionado. Así nos enteramos de que dibujó la deliciosa página de “El senyor Canons” en febrero de 1978, lo que nos permite conceder algún margen de tiempo a la concepción y preparación de tan ambiciosa revista. Se trata de un personaje casi mudo, perteneciente a la vertiente más “adulta” de Figueras, caracterizado con bigote y sombrero, como casi todos sus protagonistas. En la página opuesta se encuentra la segunda entrega del humor vazquiano y la más hilarante de toda la revista, una muestra más del dominio que Manuel Vázquez tenía sobre el concepto del desparpajo, de la desfachatez, de la desvergüenza, convirtiéndolo en una fuente de humorismo. “Com predre la col.locación entres hores justes”, se titula la página y es una joya del humor descarado. Con un omnipresente reloj (al estilo de la realización de Fred Zinnemann, “Sólo ante el peligro” –Highnoon, 1952) como leit-motiv, Vázquez desgrana una por una todas las situaciones en que un empleado -despreocupado hasta la inconsciencia- puede humillar y ridiculizar a su jefe.

Enfilando ya la recta final de “Jordi”, destacamos la historieta de Casanyes “Cafetera Express News”, en la que el protagonista (una especie de Gastón el Gafe, al que le hubieran operado la cara) discurre a través de cuatro páginas sin que nos enteremos de cómo se llama y sin que ello nos importe demasiado. Llega entonces una doble página a cargo de Enrich, el cuñado de Cifré, donde, para variar, quien es acompañado por un perro no es un niño, sino una niña, “Montse, amiga del animalets: vol un gos” , se titula la entrega. En su final, sin duda aún contaminado por los efectos que la censura franquista obró en su creatividad, Enrich dibuja al típico “bobby” inglés. Raf, mucho más consciente del clima de libertad que se empieza a respirar, culmina su historieta de cuatro páginas “En Boi Espona: el tresor d’en Roc Guinart” con la intervención de la Guardia Civil, un hecho insólito en la historia de los tebeos Bruguera. Es la contribución de Raf una de las más valiosas de la revista, a pesar de estar dibujada con cierto la ligereza que caracteriza este periodo de su obra. La peripecia narrada, ambientada en un medio campestre, muy “cercano” al de la campiña inglesa de las aventuras de su Sir Tim O’Theo, contiene un elemento de relato criminal expuesto y resuelto en términos argumentales de manera muy similar a cualquiera de las historietas del aristocrático dueño de la mansión de “Las Chimeneas”. Eso sí, la barretina corona la cabeza del protagonista, el masivo pagès Tófol y la acción se desarrolla en plena campiña catalana, concretamente, cerca de Tona, en la Plana de Vic.

Por último, alejado de todo, inscrito en un atemporal mundo de cándida fantasía, hermanado en tiempo y distancia con los primeros cortometrajes del dibujo animado, con los que tuvo tanto que ver, el arte de Alfons Figueras cierra el ejemplar de “Jordi” con su historieta de cuatro páginas “En Pau Xiulet: Al país de les formigues”.

El público al que la cultura popular va dirigida había estado privado de recibirla en su propia lengua durante cuatro décadas. Bruguera hizo un intento por recuperar de golpe el tiempo perdido. Los hechos prueban que se equivocó en su apuesta porque no obtuvo el menor éxito. Quizá se excedió en su afán de “catalanizar” el producto entendiendo erróneamente que el uso de la lengua de Salvador Espriu debía forzosamente estar unido a tratar temas que fueran también propios y exclusivos de Catalunya. O quizá, simplemente, la decadencia del tebeo español, tal como Bruguera lo había reinventado y llevado a su máxima difusión, hacía tiempo que había comenzado a imponerse.

Confrontando, en una última mirada, el Sant Jordi que nos proponían en “L’esquetlla de la torratxa”, Opisso y Mondragón, en 1928, con el de Bruguera, de 1978, entendemos el primero más intemporal y necesario que el segundo, un producto, evidentemente, coyuntural.

NOTA: Este burgomaestre, solicita, abusando de la admiración y aprecio que le profesa, del amigo Jaume Rovira, alguna aclaración acerca de las posibles directrices, intenciones, y propuestas en general, que la editorial debió hacerles a los dibujantes antes de alumbrar el proyecto de “Jordi”. Seguro que cualquier información que nos quiera brindar será infinitamente más valiosa que los torpes comentarios y las chapuceras conjeturas con las que este burgomaestre tortura habitualmente a los pacientes amigos de Lady Filstrup.

Notas: Traducciones escogidas: Portada de Raf: "Aquel chico me dijo por teléfono que llevaría un libro en la mano y una rosa en el ojal de la solapa..." Viñeta de Rovira: Oriol:"Ahora es cuestión de buscar a Núria,hacerme el encontradizo y darle el ramo de flores" Menut: "Ah, pillo!". Viñeta de Vázquez: "Pues no sé de que se ríen.,, Este chiste es del año Catapún, lo conocen hasta los gatos, no hace ninguna gracia y, encima, lo ha contado con tanta torpeza que dan ganas de llorar". Viñeta de Enrich: Padre:"¿De dónde has sacado tantas maderas, Montse?" Niña: "Las he comprado con mis ahorros, padre".

jueves, abril 19, 2007

Un Escobar de antes de la guerra

El valor fundamental que encierra la labor de los dibujantes de historietas y humoristas gráficos en general, es, sin duda, el de distraernos, divertirnos y entretenernos. A este valor intrínseco y principal es obligado sumarle lo que el legado de sus dibujos supone de crónica de su tiempo. Cuando el artista del que queremos ocuparnos ha dilatado el ejercicio de su profesión a lo largo de nada menos que siete décadas, entonces ese valor documental y testimonial se ve exponencialmente incrementado. Ese es el caso de Josep Escobar i Saliente.
El creador de Carpanta inició su andadura profesional en la segunda mitad de los años veinte, en una serie de publicaciones catalanas portadoras de títulos tales como Virolet(en la que debutó, con 14 años, publicando su primera historieta de cuatro viñetas), Cigronet (editada por la Bruguera original, o sea, "El gato negro"), Virolet , La Gralla o el "Diari de Granollers" .
De este periodo aportamos hoy una muestra en la que el papel que de comentarista de la actualidad tiene el humorista gráfico se hace patente y aumenta en interés considerando el más que remarcable lapso de tiempo transcurrido.

En el número 2553 de “L’esquella de la Torratxa” Escobar publicó un chiste de rigurosa actualidad en la fecha de aparición (25 de mayo de 1928) y, a la vez, profético. El comentario a propósito de una reciente construcción del arquitecto Joan Rubió i Bellver(un aventajado colaborador y discípulo de Antoni Gaudí) le servía a Escobar como inspirado tema para su chiste. Efectivamente, el falso puente gótico situado en la calle barcelonesa del Obispo ("Carrer del Bisbe",entre la plaza de la Catedral y la plaza de Sant Jaume) tendido entre el edificio del Palau de la Generalitat y las Cases dels Canonges ("Casas de los Canónigos"), anexas a la Catedral de la ciudad, que se inauguró en aquel lejano año 1928, no tardó en pasar a formar parte del imaginario turístico y, tal como predijo el “padre” de los Zipi y Zape, en ser pasto de la curiosidad del turista siendo tomado como muestra del arte tardo-medieval.
Escobar reproduce una escena en la hallamos a los turistas de la época, seres más extraños y ajenos de lo que son hoy siendo "aleccionados" por el cicerone sin escrúpulos de turno. En aquellos años,el turismo no era un fenómeno tan masivo como lo es en la actualidad, ni desde luego, aquellos que visitaban la Ciudad Condal en 1928 tenían a su disposición semejantes medios fotográficos para inmortalizar su periplo vacacional, a pesar de que George Eastman ya había revolucionado el concepto de la fotografía y lo había puesto al alcance del aficionado gracias a la invención del carrete fotográfico (primero de papel, en 1884 y luego de celuloide transparente, un año después) y a la producción, en 1889 de la primera cámara "Kodak", la primera máquina fotográfica pensada para el público en general. No obstante estos avances, muchos de los visitantes de los lugares turísticos tenían que conformarse con llevarse prendido en la memoria los recuerdos del viaje. Hoy, casi un siglo después, forman legión los turistas que invierten unos cuantos miles de píxeles en preservar este monumento arquitectónico, de apariencia engañosa aunque de innegable belleza.
Nota: “L’esquella de la Torratxa” se editaba en catalán. Fue un semanario satírico de actualidad que se publicó a lo largo de 62 años, entre 1876 y 1938 . La traducción de su cabecera al castellano sería algo así como “La campanita del torreón”. Por otra parte (por si fuera necesaria), la traducción a la lengua de Cervantes del pie de texto del chiste de Escobar sería la siguiente: “Dentro de veinte años. (El guía turístico)- Y esto lo mandó edificar Isabel la Católica para celebrar la llegada de Colón a las Américas”. Toda una reflexión sobre el relativo valor de lo genuino frente al valor seguro de lo verosímil. O una comercial aplicación de la demagogia al hecho turístico. O la simple exhibición de la hábil desfachatez de un profesional de la ignorancia y del desparpajo. En cualquier caso, una pequeña joya de naturaleza casi arqueológica, o lo que es lo mismo: un Escobar de antes de la guerra.
Nota 2: la foto está tomada del libro brugueriano "Escobar, rey de la historieta" y sí, ha sido, por tanto, muy difundida. Pero la reproducimos aquí porque es una delicia y porque, además, revela, sin ningún género de dudas, de dónde salieron las melenitas de los Zipi y Zape.

viernes, abril 13, 2007

Portadas (s)aladas


Hoy que todo el mundo toma el avión con la naturalidad con la que antes se encaramaba la gente al estribo del tranvía puede resultar un tanto inconcebible que en España no se inaugurara un vuelo entre Madrid y Nueva York hasta el año 1954 o que los primeros aviones a reacción no se emplearan en vuelos comerciales hasta 1961. Los españoles éramos más proclives a las bondades de viajar en trenes traqueteantes en los que era peligroso asomarse al exterior (por la carbonilla) y en los que se convivía con los demás pasajeros, a poco largo que fuera el trayecto, durante prolongados periodos de tiempo en los que forzoso era compartir vituallas, horas de sueño y relatos del servicio militar. Por eso, en los tebeos Bruguera de aquellos años (y en los demás tebeos, no faltaba más) es mucho más fácil encontrar portadas dedicadas a trenes que a aviones. En este mismo weblog hemos visto alguna que otra, concretamente, del maestro Peñarroya, el dibujante portadista más frecuente y reputado de todos los de los tebeos de la conocida como "Escuela Bruguera" .
Quizá por su juventud, el tema del transporte aéreo de pasajeros era mucho más habitual encontrarlo en la obra de Roberto Segura, el esforzado creador de Rigoberto Picaporte. No en vano, suyo es el aviador de la galería particular de personajes de la editorial, Pepe Barrena, al que tuvimos aquí con ocasión de la entrada dedicada a su autor titulada "Catástrofe Segura". El caso es que el dibujante de "Lily" siempre se destacó, en relación a sus colegas, por ofrecer una imagen de modernidad más patente, por seguir más de cerca las innovaciones de las modas y del gusto popular. Fue el dibujante más ye-yé, y el que tenía la nómina de personajes más jóvenes de los de su generación y de la precedente. Eso explicaría en parte su afición por los aviones. El resto de la explicación se halla en su (muchas veces expuesta en este weblog) propensión a retratar la catástrofe, el caos, el pánico, como detonantes del humor. Estas portadas de los Tio Vivos números 153 (13-6-60. Primera época), 7 (24-4-61.Segunda época), 55 (26-3-62) y 61 (7-5-62) testimonian el balance de estas dos constantes temáticas. La más extensa de reflejo del cataclismo y la más concentrada, relativa a los aviones como elemento argumental. Las cuatro portadas gozan de la capacidad del autor para plasmar la crispada tensión de las víctimas, exagerada al punto de resultar risible (y no, precisamente, por no estar plenamente justificada).

Claramente emparentadas con las portadas de Segura, las de los maestros Cifré y Escobar, también para dos números de Tio Vivo (el 164, de fecha 29 de agosto de 1960 y el 142, de fecha 25 de noviembre de 1963), con ser correctas, palidecen al lado de las del compañero más joven, evidentemente más adecuado para tratar el "asunto" escogido. La sutileza de Cifré o la afabilidad de Escobar no son las cualidades más acordes con el tipo de humor recogido en estas portadas. El humor que nace de presentar de forma caricaturesca el terror producido por una situación de peligro extremo en unos personajes fácilmente identificables con el espectador, desde luego, no lo inventó Roberto Segura, pero en el ámbito del tebeo español, no cabe duda de que es su máximo exponente. Se trata de una línea de humor que, con el paso de las décadas se ha ido afianzando en el gusto popular y está basada (en el fondo) en caricaturizar a una sociedad frenética, ansiosa por desplazarse cada vez más rápido y más lejos. Una línea temática que llegaría a producir (siguiendo determinados senderos) el fenómeno popular del cine de catástrofes (con un tratamiento "serio") y sus parodias, con la hilarante película "Airplane!" (1980 -Zucker, Abrahams, Zucker) al final de la pista (en lo que se refiere al tratamiento "cómico").

Sobrevolando otros parámetros del humor, las portadas de los DDT 246 (debida a Cifré y publicada en mayo de 1956) y 259 (obra de Peñarroya y publicada en julio del mismo año) se yerguen sobre la base del retruécano verbal y de la gracia visual. Son portadas mucho más plásticas que las que hemos comentado antes. En ellas encontramos que el humor contenido es más gráfico y, simultáneamente, más verbal, ya que hallamos juegos de palabras en el texto mientras que las ilustraciones (tremendamente espectaculares) producen un efecto cómico por las propia naturaleza de las imágenes: el avión posado sobre un tren de la portada de Cifré resulta una imagen cómica, lo mismo que la pareja caricaturizada de aviadores que, pilotando su avioncito, recortados sobre el impresionante fondo de un cielo amarillo sobre un imponente portaaviones, pretenden impulsarse con un "Sifón Pepe". Al lado de estas dos magníficas portadas, la aportación del genial cómico Miguel Gila resulta extraña y chapucera. Muy alejado gráficamente de los más experimentados y dotados dibujantes de Bruguera, Gila, un creador del humor que fue capaz de ser popular y exquisito a la vez, y que dominó los escenarios, la pantalla grande, la radio, el disco y la televisión, además del humorismo escrito y gráfico, colaboró durante un breve periodo en Selecciones del Humor del DDT. Esta portada, concretamente, la del número 121, se publicó el 29 de enero de 1959 y, temáticamente, es muy cercana a la de Peñarroya, recurriendo al mismo juego de palabras, aunque dándole un nuevo giro que lo lleva a su mecanismo habitual humorístico consistente en reducir los conceptos más sublimes y las expresiones más sonoras y rimbombantes a realidades cercanas y cutres, a petarditos tiernos.

Apunte cinematográfico muy a propósito
Mucho antes de que el Hollywood pre-comatoso de los primeros años setenta iniciara el filón del cine catastrófico con "Aeropuerto" (George Seaton, 1970), aquí, modestamente, ya habíamos estrenado una película con idéntico título, la dirigida en 1953 por Luis Lucía. Se trataba de una película de episodios, es decir, con un formato muy parecido al de un tebeo, estructurada sobre varias historietas y, también como sucede en muchos tebeos (véase la inmensa mayoría de los álbumes ibañescos de Mortadelo), el film daba comienzo con una especie de prólogo que ponía en antecedentes al espectador. Este humorístico preámbulo corría a cargo de la pareja cómica Tip y Top, por aquel entonces formación estelar de la radiodifusión, por lo que son sus voces las que toman el protagonismo. Luis Sánchez Polack (Tip) y Joaquin Portillo (Top) formaron parte decisiva de la "Edad de oro" de la radiodifusión española.El texto, probablemente atribuible a José López Rubio (uno de los guionistas acreditados, junto con el propio Luis Lucia, José Luis Colina y Enrique Llovet) goza de un humor tan disfrutable hoy como lo era en su día, muy emparentado con la mejor vena humorística que recorría las páginas del DDT.

Iniciada su andadura como dúo en 1947, Tip y Top alcanzaron la consagración con la concesión del Ondas en 1955 (año de la segunda edición del premio) en la categoría de "Mayor atracción nacional", sucediendo en un honor semejante (y no idéntico pues el cómico argentino fue premiado como "atracción internacional") a Pepe Iglesias "El Zorro", el humorista al que el Tio Vivo independiente dedicó un especial del que nos ocupamos un tanto hará cosa de un año en este mismo weblog (o lo que sea) . Durante los años en que mantuvieron su colaboración profesional, a traves de las ondas de Radio Madrid, el dúo cómico (presentado habitualmente por el locutor Ángel Echenique) escenificó para los oyentes programas con títulos tan sugerentes y divertidos como "La vida zaragatera", "Apunta, nene", "Fustigaciones anhídricas", "Ha perdido usted el juicio" y "Escuela de mujeres". Como muestra de su buen hacer y para todos los amigos de "Lady Filstrup", colgamos aquí este fragmento de "Aeropuerto", un pedacito de humor imperecedoro, magníficamente servido por unas voces que tienen la cualidad de sonar bellamente a tebeo.

domingo, abril 08, 2007

Una intrusa en casa de los Trapisonda

En este deambular burgomaestril nuestro por los tebeos Bruguera (en particular) y españoles (en general), de ordinario encontramos sobrados motivos para regocijarnos en glosar los aciertos y las glorias de sus artífices. También, con la frecuencia de lo cotidiano, hemos de toparnos con desconcertantes muestras de algunas prácticas editoriales que, a los ojos del lector de hoy, resultan decididamente chocantes.

La producción tebeística de Bruguera, a comienzos de los años setenta ha crecido tanto que su dotación humana es materialmente incapaz de elaborar el número de páginas que requiere el abanico enorme de cabeceras que tienen el compromiso ineludible de acudir a los quioscos cada semana. Este conflicto lo solventa la editorial rellenando con reproducciones de páginas antiguas las que se han de cumplimentar en las nuevas entregas. Los personajes, propiedad de la editorial, sufren en sus carnes de papel la desconcertante experiencia de vivir nuevamente viejas hazañas, recuperando, además, su aspecto más pretérito, en ocasiones, tan distinto que resultan irreconocibles para el recién llegado. Este hecho, por ser tan frecuente, no provoca el sobresalto en el lector habitual de los tebeos Bruguera. En algunas ocasiones, sin embargo, esta circunstancia se adorna con alguna peculiaridad más chirriante, como la costumbre que tiene la editorial de refundir dos historietas de una página en una nueva de dos, por el sencillo expediente de eliminar una de las cabeceras sustituyéndola con una viñeta de enlace dibujada por una mano anónima y poco diestra. El caso que Lady Filstrup aporta hoy a este modesto rincón del ciber-espacio es bastante más singular. Se trata de una historieta de La Familia Trapisonda, la familia que Ibáñez dibujó un poco al “modo Cebolleta” que, según las fuentes consultadas debutó en Pulgarcito en 1958, para luego pasar a las “Selecciones del Humor de El DDT” y también al “Ven y ven” (después “Suplemento de historietas del DDT”) y a la contraportada del Capitán Trueno Extra y finalmente, al DDT.

"La familia Trapisonda (un grupito que es la monda)” debe su existencia al previo alumbramiento de la familia Cebolleta (de Vázquez) para el DDT en 1951. Las diferencias que Ibáñez introdujo en el modelo previo vazquiano no hacen sino confirmar el hecho de que se trata de un remedo. De manera similar a como las dos grandes familias monstruosas de la televisión norteamericana (la familia Addams, de la productora ABC y la familia Munster, de la CBS) se reparten un determinado área del imaginario colectivo, el que podríamos llamar "sit-com familiar de ambiente macabro", los Cebolleta y los Trapisonda constituyen las dos grandes franquicias familiares “de clase media” de los tebeos Bruguera en el recuerdo del público lector mayoritario (por encima en popularidad de la que podríamos considerar “historieta de culto”, la surrealista familia Pepe (de Iranzo) o de las familias “especializadas”de Vázquez: la rural (Gambérrez) y la calé (Churumbel) y, por supuesto, de otras familias de recuerdo casi marginal, como la familia Repanocha, de Tran). Añadamos, por aumentar el alcance de la analogía con los grupos familiares macabros de la pequeña pantalla, tal vez podríamos atrevernos a ver en el trabajo de Vázquez algo de la mordacidad de los Addams, mientras que el humor de Ibáñez se correspondería mejor con las bufonadas de los Munsters.

En un intento de dotarle de algún rasgo de originalidad, Ibáñez convierte a Pancracio, el cabeza de familia prototípico (prácticamente idéntico a Rosendo Cebolleta) en bombero, pero este oficio cada vez cobra una menor presencia en las historietas y no pasa mucho tiempo antes de que Pancracio comparta con Rosendo una ocupación más sosegada, de oficinista, y su interés pase a concentrarse, normalmente, en leer el periódico en un butacón. Por lo demás, los miembros de ambas familias son prácticamente intercambiables, con la excepción del abuelo Cebolleta, que no encuentra émulo en los Trapisonda. La mascota parlante, el loro Jeremías de la familia vazqueña, pasa a ser un perro pensador, Atila, emisor de comentarios sarcásticos bastante demoledores. Fundamentalmente, se trata de ofrecer un retrato del modelo familiar medio de la sociedad española, basado en la ineptitud manifiesta de su cabeza visible. Pero, en fin, este burgomaestre no va a incurrir ahora en el error de intentar explicar al mundo la obra de Ibáñez, tan popular y tan comentada que toda glosa es superflua. Baste decir que la familia Trapisonda es una de las creaciones de más éxito de los tebeos Bruguera, hecho que suele ir emparejado con la autoría de Francisco Ibáñez , cosa que en ningún momento tenemos intención de discutir.

Precisamente, el éxito popular de las historietas firmadas por el creador de Rompetechos, convierte en aún más inexplicable el hecho que ha motivado la presente entrada de Lady Filstrup. En 1971, Francisco Ibáñez ya era un autor consagrado y tenía una legión de admiradores en toda España que celebraban cada nueva obra suya y que le exigían una dedicación completa. Personajes suyos ya llenaban páginas y portadas de los tebeos de la editorial Bruguera (aunque, desde luego, todavía tendría que llenar muchos más, en los siguientes años). En las décadas que le restaban a Bruguera antes de sucumbir a su propio gigantismo se iban a cometer muchas tropelías con los personajes y las historietas de sus dibujantes más populares y, sin embargo, pocos casos de manipulación tan curiosos como el que hemos encontrado en el DDT 199 (3ª época) de fecha 10 de mayo de 1971. En la historieta de la familia Trapisonda, reproducción de la aparecida, probablemente más de una década atrás, uno de los personajes, la criada Robustiana, ha sido sustituido, en cada una de las viñetas, por una suplantadora, una fámula que no era la originalmente dibujada por Ibáñez y a la que, además, se le ha cambiado el nombre, rebautizándola como Celedonia.

Robustiana, uno de los personajes con los que Ibáñez “innovaba” la fórmula creada por Vázquez para su familia Cebolleta, acaparaba bastante protagonismo en los primeros tiempos de la serie y tenía el aspecto que podemos ver en las viñetas de aquí al lado, tomadas de los números 121 y 125 de “Selecciones del Humor del DDT”, de enero y febrero de 1959. Se trataba de una mujer robusta (como su nombre indica), tosca y bastante escandalosa (y que, por cierto, este burgomaestre lamenta haber omitido en la entrada que dedicó a los empleados del hogar hace unos meses:“¡Cómo está el servicio!”, Lady Filstrup 29-5-2006). Salta a la vista que la que hemos podido ver en las viñetas dispuestas al principio de esta entrada es otra mujer y debida al lápiz de otro dibujante. Saber quien realizó la suplantación no es tarea complicada.

Cualquier ojo medianamente experto reconoce el estilo del Gosset de sus primeros años en Bruguera. No el más primitivo, aún inexperto del primer año (1958), ni tampoco el que crearía a los Hug el Troglodita, Facundo o Domingón a mediados de los años sesenta. Es el Gosset de 1960 o bien pudiera ser de 1961, como lo es el especial “¡¡Chachas!!” del DDT, en el que podemos encontrar algunas muestras de cómo Jorge Gosset Rubio plasmaba sobre el papel a las fámulas, en alguno de los chistes que publicó en él. Observándolos encontramos detalles decisivos que, cotejándolos con las viñetas de la historieta de los Trapisonda no dejan lugar a dudas. Un detalle definitivo, la manera de dibujar los labios femeninos de perfil, lo encontramos en la criada que tiene la ropa en los cuernos del televisor. No lo duden, amigos, fue Gosset, quien llegaría a ser digno sucesor de Conti en la tarea de llenar de chistes con sabor internacional muchas páginas de los todos los tebeos de la casa Bruguera, el ejecutor de la Robustiana intrusa. Saber el motivo de esta curiosísima intervención sólo nos es posible adentrándonos en el terreno de las conjeturas.

¿Por qué sustituir a un personaje fijo de una serie por él mismo, pero con otro aspecto? En el teatro, en el cine o en la televisión, puede sustituirse a un actor por otro para incorporar a un personaje. El público nota el cambio, pero no tiene dificultad en atribuirlo a causas diversas: por ejemplo, el actor original ha recibido una oferta profesional mejor y abandona el serial (o la función o la serie de películas) para hacer otro trabajo, o bien, se ha considerado que no “daba bien el papel” y se ha preferido sustituirlo por otro que encaje mejor. Trasladar la primera suposición al mundo del tebeo es inverosímil, por lo que , siguiendo las sabias palabras de Sherlock Holmes, “cuando descartas lo imposible, lo que quede, por disparatado que resulte, tiene que ser cierto” el problema debió radicar en una “mala” o inadecuada actuación. Debemos creer que Ibáñez dibujó su historieta con “su” Robustiana y que alguien distinto de él y con poder resolutivo decidió que a aquella Robustiana había que cambiarla. Una historia tan absurda sólo puede explicarse con la intervención (o la prevención de que interviniera) de la Censura. El tema de la plancha trapisondista era escabroso en algún sentido (desde el punto de vista de la sobre-protectora censura franquista, claro está) porque suponía que Robustiana, a pesar de (o quizá debido a) su tosquedad, era deseada y requerida por una variopinta sucesión de hombres. Probablemente su actitud era demasiado provocativa y complacida, motivo por el cual debió pensarse que resultaba, sencillamente, indecente. No era algo que pudiera resolverse tapando un escote o alargando una falda (prácticas estas habituales en los tebeos que venían del Mundo Exterior y que exhibían impúdicas redondeces), por lo visto Robustiana revelaba cierta incontinencia en todo su continente. El bueno de Gosset tuvo que cargar con el embarque y dibujar una chacha anodina e inexpresiva. A fin de cuentas, la anécdota sólo perseguía que Pancracio terminara metiendo la pata y arrojando un cubo de agua al hijo del jefe, a quien tomaba, fatalmente, por el nuevo pretendiente de la criada. Para contar eso no hacía falta provocar malos pensamientos, por supuesto. No faltaba más.

Y así quedó, para los restos, una historieta en la que uno de los personajes tuvo que ser sustituido por un suplente, por casquivano. Un caso bastante inaudito ¿no creen?
Nota: Tal vez movidos por algún resto de escrúpulo, los responsables de la revista DDT, con su director, Miguel Martín Monforte al frente, eliminaron la firma de Francisco Ibáñez de la reproducción de esta historieta en el año 1971.