Lady Filstrup (3ª época)

Dedicado a la música ligera, actores españoles y tebeos de Bruguera (porque sí, porque rima).

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Lugar: El Escorial, Madrid, Spain

sábado, septiembre 29, 2007

Un recuerdo para "El Papus"


Se han cumplido recientemente 30 años del salvaje atentado contra el semanario “El Papus”, consecuencia del cual fue la muerte de Juan Peñalver, el conserje del edificio de oficinas en las que se encontraba la redacción de la revista. Unos fascistas desalmados, el grupo “La triple A”, perpetró la criminal acción el 20 de septiembre de 1977. Además de segar la vida de una persona, los asesinos consiguieron dar un golpe a la publicación del que ya no se recuperó y que le llevó a languidecer hasta su extinción definitiva en 1987.

Este burgomaestre se acercaba entonces a cumplir los catorce años, esa edad en la que uno empieza a sospechar lo que se le viene encima con eso de la adultez, y de su sólida formación brugueresca había transitado hacia los tebeos Márvel editados por Vértice y, muy especialmente, al disfrute del humor satírico y neurasténico de “El Papus”. En aquel momento parecía la evolución natural de las cosas. Esta tarde, de las primeras del otoño del 2007, se ha visto asaltado por el recuerdo de aquel suceso espeluznante, de aquella negación de la risa tan brutal, tan irracional, y se ha sentido conmovido repasando el contenido del número especial que, el 8 de octubre de aquel 1977, salió a la calle dando cuenta a sus lectores del tremendo impacto sufrido. En sus páginas, revisadas ahora a la esquiva luz del crepúsculo, hallamos testimonio del dolor de los Óscar, Jà, Ventura y Nieto, Adolfo Usero...

Aquella maldita bomba, que estalló hace treinta años muy cerca del lugar que frecuentamos los burgomaestres los sábados por la mañana, en busca de lecturas amenas y de nuestra propia compañía, truncó, además de una vida, el discurrir de una publicación que ya se había visto entorpecida por acciones gubernativas en forma de secuestros y suspensiones pero que siempre había contado con el apoyo popular. El golpe sufrido, que naturalmente afectó a la nómina de colaboradores, cuyos integrantes más destacados buscaron otros destinos menos expuestos, consiguió deslizar a la revista por una pendiente de decadencia. Jordi Amorós “Jà”, el más aguerrido dibujante, el más tierno poeta de la cochambre y el pus también, permaneció en su puesto, pero Óscar, Ivà y Ventura y Nieto desfilaron hacia “El Jueves”. El creador de Maki Navaja regresó más tarde al redil, pero ya era tarde para recuperar el terreno que la revista “que sale los miércoles” había ganado.

Hermanados con Bruguera

Si sólo fuera porque están entrelazados en mi recuerdo y en mi presente, ya sería motivo suficiente para dedicar esta modesta nota a “El Papus” en un espacio consagrado a Bruguera, pero es que, además, en el Papus colaboraron muchos dibujantes que hicieron carrera en la editorial que vio nacer al reporter Tribulete. Allí dibujaron García Lorente (“Violeto”, “Máximo mini”) y Jordi Ginés ”Gin” (“Petronio López”, “Doña Filomena Mochales”), así como Oli, que entregó estupendas páginas de chistes a unos y otros, siguiendo la estela del gran Conti. Al “loco” Pañella (esporádico colaborador brugueriano, procedente del Tio Vivo independiente) era habitual verle en las portadas y “papunovelas” de los primeros años de la revista .Por último, cuando el Papus iniciaba su decadencia, nada menos (tenía que ser él) que el Gran Vázquez, más gamberro que nunca, bajo el seudónimo de Sappo, dio a la luz a su doble página de “Cornelio Ladilla”.

Un reducido terreno común

Además de lo antedicho, existe un reducido terreno de juego en el que publicaron sus obras dibujantes bruguerianos y “papuseros”. En la pequeña (de formato y de difusión) revista “Patufet”, editada en catalán por “Baguña Hnos. SL”, en los años previos a la eclosión de “El Papus”, en los inicios de la década de los setenta, encontramos las firmas de los maestros bruguerianos Peñarroya, Escobar, García Lorente (que aportó la serie “Kim i el seu hamster Tap”) y al clarividente Perich al lado de los incipientes Ivá (que ya hacía gala de su conciencia crítica a la menor oportunidad y que creó a su “Azufrito” particular, un demonio llamado “Mefist”), Fer, Joma y L’Avi.

PD: Pocas veces, amigos míos, el absurdo del crimen es tan cruel como cuando azota inmisericorde al bufón, al comediante, al artista. Este burgo, que se siente cercano, por la vía de la admiración, a los dibujantes de tebeos (y “El Papus” era, más que nada, un tebeo) ha querido esta noche recordar aquel suceso vergonzoso de hace treinta años. Porque el pasado está presente.

sábado, septiembre 22, 2007

Un par de pares (sin el padre)


Desbarajuste Brugueril

Casi me da apuro molestarles con un asunto tan nimio, pero, según cómo se mire, dentro de la minúscula parcela de la historia del tebeo español (a su vez, una partícula inmersa en la Historia, en general), quizá la anécdota que les voy a explicar alcance cierta relevancia.

El caso es que el número 275 de la tercera época del semanario DDT (en aquel momento, en el vigésimo primer año de su existencia, una Revista Juvenil) contiene una curiosidad bastante notable, que lo distingue de la mayoría de los ejemplares de las numerosas cabeceras Bruguera.

La fecha de publicación del mencionado número es 23 de Octubre de 1972 y hojeando someramente sus páginas, encontramos pistas muy interesantes del momento que vive la Editorial, momento que podríamos calificar como “efervescente”, dada la bulliciosa expansión que viven sus publicaciones. Así, nos encontramos con el anuncio en firme de que la revista que lo contiene va a modificar su estructura y aspecto a partir de la semana siguiente, después de un lustro de mantener una fisonomía apenas variada en todo ese tiempo, para rehacerse a imagen y semejanza de la pujante revista hermana “Mortadelo”. Esta revista, precisamente, celebra en tan crítico instante, la publicación de su número centenario, con lo que certificaba sus dos primeros años de exitosa vida, como podemos comprobar mediante otro anuncio inserto en el mismo ejemplar del DDT.

Un par de pares

Pues bien, sea por el desbarajuste inherente a las mudanzas y cambios, sea por casual despiste, en aquel número de la revista que dirigía por entonces Jorge Gubern Ribalta nos encontramos con la publicación de dos historietas de Zipi y Zape, una en la página 13 (en color) y otra en la 18 (en bitono naranja). La primera parece dibujada en el momento de la edición y la segunda, tiene aspecto de ser algo más antigua. Ambas coinciden en que desarrollan anécdotas en las que el protagonismo del par de gemelos es compartido con su madre, doña Jaimita. Quizá para mantenerse fiel a la seriedad y circunspección propias de un catedrático de Filatelia y Colombofilia, Don Pantuflo Zapatilla no se presta a estas desconcertantes repeticiones y permanece ausente de ambas entregas. Ausencia que, por otro lado, resulta especialmente oportuna en la historieta en color, en la que los famosos gemelos sospechan que su mamá, doña Jaimita, está esperando al que habría de ser su nuevo hermanito. Así, decimos nosotros, el orondo Don Pantuflo se evita algún sonrojo, que en color, se ve más.

Sea sintomático o no, el hecho revela el desorden en el que Bruguera se afanaba en expandirse por encima, incluso, de sus posibilidades. La década de los setenta provocó en el gigante editorial de la historieta española un crecimiento descontrolado que contribuyó en gran medida a consumirlo.

PD: Como suele suceder con los tebeos Bruguera, las referencias a la actualidad de la cultura popular se encuentran a cada paso. En el anuncio del nuevo DDT encontramos la referencia a un “hit” del año 1972 ("Yo no soy esa", single extraído del LP "Escúchame", publicado en noviembre del año anterior) de la cantautora, madrileña de adopción y murciana de nacimiento (Caravaca de la Cruz, 1947), Mari Trini, en la portada reproducida del número 0 de la nueva etapa del semanario. Otro apunte de la actualidad es la referencia , esta vez en el propio anuncio, a la serie de TV, emitida por la ABC, “Marcus Welby, doctor en medicina” , que protagonizaba el otrora galán de Hollywood, Robert Young, ya no tan “young”,que prolongó su emisión desde 1969 hasta 1976... Una serie que TVE ofrecía aquel año 1972 y en la que despuntaba un juvenil James Brolin, la actual pareja de Barbra Streisand.

jueves, septiembre 13, 2007

Ejemplar



Esta entrada, nacida, como tantas otras, de la casualidad (anda este burgomaestre recopilando “roviras” para un monográfico, ya saben), se llama “Ejemplar”, porque esa es la cualidad más destacada (de entre otras muchas) de esta página del episodio 4º de la aventura del Corsario de Hierro “El baile de Benburry Manor”, contenido en el Mortadelo 187 (publicado en fecha 24 de junio de 1974). Es decir, que es ejemplar en el sentido de que es una parte que puede explicar un Todo, entendiendo como tal el arte de narrar una historia valiéndose de una sucesión de imágenes.

A propósito de la serie de la que está extraída no nos vamos a extender, sino que nos remitimos a entradas anteriores en las que se trató un tanto sobre ella (las tituladas “Genios y geniecillos” y “Un corsario lleno de referencias, a modo de pretexto”). Lo que queremos decir hoy es que honra a Bruguera en particular y al tebeo español en general, la existencia de esta página, que puede mostrarse a todo aquel que quiera saber hasta qué punto un profesional puede dominar su oficio y convertirlo en el ejercicio de un Arte Mayor. Pues de tal modo debe considerarse una exposición semejante de capacidad narrativa y descriptiva sin valerse, como es el caso, de la apoyatura de ningún texto. Contemplando los sensacionales dibujos de Ambrós, no sólo asistimos a unos hechos sino que también comprendemos una situación y podemos establecer una relación con el personaje, en este caso de compasión. Mientras muchos dibujantes a duras penas consiguen desbrozar a trompicones una sucesión de incomprensibles lugares comunes a los que llaman argumento, Miguel Ambrosio Zaragoza (1913 - 1992) consigue transmitir la hondura psicológica, el patetismo de un momento crucial, de una situación límite, sin valerse de más armas que el dominio del dibujo. Sin textos, sin efectos, ni efectismos. Sólo empleando sabiamente el montaje de la secuencia de las imágenes y la maestría absoluta en plasmar las expresiones justas, las acciones precisas. Al enorme mérito contenido en este magnífico logro, quiero subrayar, por añadidura, el hecho de que, siendo Ambrós un dibujante al que se le valora de manera especial por su habilidad para reflejar escenas de acción frenética, llenas de movimiento (sólo equiparables, en todo el cómic mundial, a las de Jack Kirby), toda la página carece prácticamente de acción física.

El personaje al que vemos completamente anonadado en la primera viñeta, con la mirada perdida y el entendimiento colapsado por los negros presagios de un horizonte vital desastroso es un hombre mayor, atrapado en una situación desesperanzadora. Es Darwood, el mayordomo de milady de Pombridge, quien se ve forzado, por las presiones del maligno Lord Benburry que posee en sus manos el destino de su hijo, a asesinarla. No encontrando más salida que cumplir con los designios del diabólico villano, el leal Darwood recurre al alcohol para infundir en su ánimo la resolución que le falta y aferra el hacha para poner fin a la vida de su señora, a la que no sólo debe lealtad sino que también aprecia. A través de las ocho viñetas de que consta la plancha asistimos con emoción creciente al desarrollo de una secuencia de acontecimientos mínimos:

1ª viñeta (plano medio): el fuego crepita en la chimenea, sobre ella, un reloj señala el paso inexorable del tiempo. Terriblemente grávido, con el labio inferior colgante y los ojos vacíos de mirada, Darwood parece tratar de separar su consciencia de la tarea que debe realizar su cuerpo.

2ª viñeta: (plano de detalle): dos manos ocupadas en escanciar licor en una copa. En segundo término se aprecia el mueble del que ha salido la botella.

3ª viñeta (primer plano): Darwood bebe el contenido de la copa, apurándolo.

4ª viñeta (plano medio): El mayordomo abre un cajón de una alacena o mueble similar. Darwood se apoya con el brazo izquierdo en la superficie del mueble, lo que revela su fatiga, su edad y el peso del cajón.

5ª viñeta (plano de detalle): manos del personaje. La izquierda, todavía apoyada, ahora en el canto del mueble; la derecha ase un hacha que extrae del cajón.

6ª viñeta (plano medio): milady de Pombridge descansa en su habitación en una cama con dosel. Duerme, como es lógico, totalmente desprevenida.

7ª viñeta: (plano medio): se entreabre la puerta del dormitorio de milady de Pombridge. Una negra silueta se adivina detrás. Saliendo de las sombras, una mano separa las hojas de la puerta de la habitación.

8ª viñeta (plano de detalle): en primer término, las manos de Darwood, quien sostiene en la diestra el arma homicida. En segundo término puede verse, justo bajo el filo del hacha, a la futura víctima.

Hoy, que en incontables ocasiones (y con el beneplácito general de público y crítica) se reduce el terrible acto de quitarle la vida a una persona a una charada estúpida contada por un idiota (véase, por ejemplo, “Deathproof” –Quentin Tarantino, 2007-), sin más exigencia que la frívola pirueta técnica o la coartada pseudocultural de la referencia erudita, a este burgomaestre le parece especialmente interesante detenerse a considerar el valor del trabajo de un artista sensible como Ambrós, honrado como Ambrós, grande como Ambrós, capaz de comunicar al lector el insondable abismo que se abre ante el horrendo acto del asesinato, el peso que el Destino puede hacer recaer en los hombros de un desdichado, el peligro que puede acechar incluso allí donde nos sentimos más seguros. Y todo eso, sin palabras. En ocho viñetas que sólo incluyen dos onomatopeyas: “¡Crec!” y “¡Crrrieeec!”.

PD: Dotado de una honradez y una bonhomía muy cálidas, propias de los pioneros, en un registro humano que a este burgomaestre le recuerda caracteres fordianos (de “lacónico y poco comunicativo”, se le ha descrito), Miguel Ambrosio Zaragoza dejó dichas algunas declaraciones que bien puede ser oportuno traer aquí:

“Mire, Mora, yo, lo que no me dan de buen grado, nunca lo pido” – a Víctor Mora, a propósito de los derechos sobre el Capitán Trueno. Y eso lo decía alguien que, gráficamente, tenía “hecho” al famoso héroe meses antes de que viera la luz (véase al respecto, la entrada de este weblog “¡En guardia!”, en la que se ve que Ambrós tenía un Capitán Trueno diseñado, al que disfrazó de D’Artagnan).

“Nunca me gustó copiar o imitar a nadie, fíjese que las modas pasan y sólo la esencia permanece” – a Juan Ramis Masiá. Y tanto que permanece.

Son frases que revelan una calidad humana y una honradez artística que explican en gran medida la altura de su obra. La primera está tomada del tomo “El gran libro de El Capitán Trueno”, de Armonía Rodríguez (Ediciones B, 2006) y la segunda del volumen II de la colección de Ediciones B “El Capitán Trueno” (1994).

PD2: No quiero ser acusado de obviar la valía de Víctor Mora como guionista. Si no he hablado de él en este caso es porque no reconozco su huella en esta página. Tengo la certidumbre (tal vez equivocada, como tantas) de que suyo es el argumento, pero también de que la narración, esta narración en imágenes que ha motivado esta entrada, debió nacer del dibujante y no del inventor de la trama. Eso.

miércoles, septiembre 05, 2007

A la vuelta, mesa revuelta


De vuelta al curro

Se han acabado las vacaciones y la mesa de este burgomaestre (el de guardia, no faltaba más) está revuelta y en cuanto a su ánimo, no se encuentra mucho mejor. El regreso a los quehaceres cotidianos (esos que le procuran el sueldecito) lo ha dejado baldado, al pobre. Tiene en mente una entrada dedicada al maestro Rovira, pero en tanto llega (y parece que se va a demorar, en vista de lo indispuesto al esfuerzo que se halla) ha echado un vistazo a algún recorte que tiene en su manoseado bloc de notas. Ha escogido dos miniaturas. La primera, una viñeta, supone un apunte sobre la enésima anécdota de la pequeña historia de la Censura. La segunda, un fotograma (o mejor dos, por qué escatimar) que vendría a completar una entrada anterior, la titulada “El tebeo llevado al cine”.

Salvaguardando la virilidad de Mortadelo

Quizá haya sido Francisco Ibáñez de los dibujantes que trabajaron en Bruguera el que más intervenciones de la censura (preventiva, a todas luces) sufrió en su trabajo. La condición más vulgar de su humor, requirió las atenciones de los correctores de la Editorial en más de una ocasión. Vimos una muestra anteriormente en la entrada titulada “Una intrusa en casa de los Trapisonda”, y no es difícil encontrar más ejemplos toda vez que, el grueso de su obra publicada en Bruguera se corresponde con la mayor infantilización y edulcuración del material que salía de las imprentas. Es decir, los años sesenta supusieron una mayor vigilancia por parte de las autoridades hacia el contenido de los tebeos en relación a las décadas precedentes, conscientes, de pronto, de la relevancia que estos endemoniados instrumentos podían tener en la formación de los jóvenes españoles. La consecuencia de este celo censor se tradujo en retoques más o menos afortunados, pero siempre, por definición, detestables.

Hoy costaría entender acciones tan mezquinas si no fuera porque, de vez en cuando, todavía personas revestidas de autoridad se descuelgan con iniciativas tan repulsivas como las que motivaron el aún reciente secuestro de la revista “El Jueves” (pero eso es otra historia).

La historieta de Mortadelo y Filemón del Tio Vivo número 174 (segunda época), publicado el 29 de junio de 1964, y de la que se han tomado también las dos viñetas precedentes, contenía originalmente una viñeta en la que Mortadelo aparecía disfrazado de Mata-Hari. Para proteger el decoro y las buenas costumbres, alguien se encargó de dibujar otro Mortadelo en su lugar debidamente vestido con su ropa habitual de hombre entero y verdadero. Lamentablemente (o por desidia, o por prisas, o por falta de iniciativa, o de destreza, o para conservar el diálogo en la mayor medida posible), el dibujante anónimo conservó la postura y algún detalle del dibujo original. El resultado final resultó probablemente más inconveniente que la imagen inicialmente dibujada: un Mortadelo afeminado.

La pandilla de los once

Casualmente, ya dijimos algo de esta película (dirigida por Pedro Lazaga para Buhigas Films en 1962) en una entrada de las del año pasado, la titulada “La risa sale de paseo”. Entonces dábamos cabida en este weblog (o lo que sea) a unas fotos de un reportaje promocional del film en las que encontrábamos a Pepe Isbert, Manolo Gómez Bur, Antonio Garisa y Antonio Riquelme (el orden es indiferente .Todos son enormes) capturados en instantáneas fotográficas por las calles de Madrid. Hoy hemos visto que, al poco de iniciarse la película, uno de los personajes, al que llaman “El poeta”, interpretado por Antonio Ozores, está leyendo un tebeo, concretamente, unas “Selecciones de Jaimito” (Editorial Valenciana). Curiosamente, antes de que el actor entre en el plano, podemos oírle comentar algo así como “Este Carpanta es tremendo”, a pesar de que en el tebeo que sostiene es imposible que pueda toparse con el famélico vagabundo de Escobar.

La película, con guión de Antonio de Lara “Tono”, está llena de humor de buena ley, a pesar de (o quizás debido a) tratar de las fechorías de unos maleantes, acaudillados por uno (Ismael Merlo) que hace que José Orjas le ponga la cara de Adolfo Marsillach (por error, eso sí, ya que él pretendía lucir la de Robert Taylor). En el momento en el que sorprendemos a Antonio Ozores con su tebeo, Manolo Gómez Bur le ha preguntado si el sombrero “no le da calor”, a lo que él contesta, en poeta, como manda su apodo: “A mí no me molesta el sombrero porque soy un pistolero”. En el mismo plano, podemos ver a Antonio Riquelme en un estado bastante quejumbroso. No hay para menos, el tenaz polizonte encarnado por Tomás Blanco ha estado forzándole a hablar durante un durísimo interrogatorio en el transcurso del cual ha estado obligado a ingerir una cantidad ingente de... ¡polvorones!

Un recuerdo para Emma Penella

Para qué disimularlo. En este weblog (o lo que sea) somos algo cinéfilos y sentimentales. Lo uno nos hace trasegar películas tanto como nos es posible y lo otro nos hace emocionarnos con esas películas. El reciente fallecimiento de Emma Penella ( Manuela Ruiz Penella, 1930-2007), a la que habíamos visto recientemente joven y guapísima en películas como “Los ojos dejan huellas” (José Luis Sáenz de Heredia, 1952) o “La cuarta ventana” (Julio Coll, 1962) nos ha lastimado un tanto. Sirva como homenaje este fotograma extraído de la película citada en segundo lugar, película muy brugueresca en algunos momentos (en especial, una secuencia que describe una casa de vecinos disparatada que trae a la memoria “13 Rue del Percebe”) en el que podemos verla acompañada de sus hermanas Elisa Montés (que se llamaba realmente Elisa Ruiz Penella, que nació en 1936 y que tomó el apellido artístico del título de la zarzuela que compuso su abuelo, el maestro Manuel Penella, “El gato montés” y que estuvo casada con el “poeta” que hemos visto antes –con quien tuvo a su hija, la también actriz Emma Ozores- y que es una de las bellezas mayores de nuestro cine) y Terele Pávez (Teresa Ruiz Penella –1939-, que no sabemos de dónde sacó el apellido que usó para su carrera profesional y que es, con justicia, de las actrices con mayor prestigio en España).

Del padre de estas tres damas del arte interpretativo, como no sabemos nada bueno, preferimos no decir nada.

NOTA: al lado de esta imagen, tomada de internet, de la Mata Hari auténtica, la holandesa Margaretha Geertruida Zelle (1876-1917), aprovecho para explicar que la viñeta de Mortadelo está “restaurada” por este burgomaestre en la medida de sus torpes alcances, dado que el estado del tebeo original (con el papel arrugado y el bitono verde totalmente fuera de registro) no permitía colgar un escaneo “en crudo”. Admito que habría preferido no tener que hacerlo.