Lady Filstrup (3ª época)

Dedicado a la música ligera, actores españoles y tebeos de Bruguera (porque sí, porque rima).

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Lugar: El Escorial, Madrid, Spain

jueves, junio 29, 2006

¡Felicidades, Don Pedrito!


Ha querido la casualidad que se sucedan dos entradas dedicadas a Francisco Ibáñez. Es que hoy, que se celebra la onomástica de Pedros y Pablos, no podíamos dejar de lado a Don Pedrito, el personaje publicitario de la campaña del coñac Fundador que en los años sesenta protagonizó tantas portadas del Tio Vivo, cuando esta revista se acomodó definitivamente en su formato de revista infantil de historietas, borrado ya cualquier vestigio del semanario humorístico para mayores que fue en su independiente fundación, en el verano de 1957.
Don Pedrito, todo hay que decirlo, no nos resulta especialmente simpático ni atractivo. Se trata de uno más de los personajes sin oficio conocido que se dedican a deambular por la rúe a la espera de toparse con algún amigo al que dejar estupefacto con una de sus ocurrencias. Es una especie de Rompetechos sin miopía, lo que nos deja a un hombrecillo cabezón sin rasgos característicos relevantes. Con mejor carácter que el popularísimo gafotas, Don Pedrito representa con mucha frecuencia una verdadera fuente de malestar, una especie de desastre público no exento de ciertas dosis de caradura y hasta de malicia. Su atractivo para el lector es innegable, pues no en vano ostentó la responsabilidad de protagonizar la portada del Tio Vivo durante unos doscientos números, entre otoño del 64 y finales del año 68. En la última etapa del personaje, como ya hemos visto que sucedía con otras series (preferentemente, de Vázquez, cuyo estilo dominaba), fue Blas Sanchís el encargado de realizarla y, porqué no decirlo, finiquitarla.

Un tipo irritante
Este hombrecito cuya principal razón de ser consiste en “estar como nunca”, antes de suponer el riesgo de convertirse en un mal ejemplo para la infancia, vio cómo en alguna ocasión responsables de la Editorial Bruguera decidieron atenuar su carga destructiva. Así es el caso de la historieta que hemos elegido para ilustrar esta entrada, la de la portada del Tio Vivo 343, de fecha 2 de octubre de 1967. No resulta demasiado dificultoso comprobar que los diálogos han sido retocados añadiendo algunas frases que cambian la relación entre Don Pedrito y su víctima. El inocente transeúnte es convertido en un gamberro que quiere abusar del menudo hombrecito del sombrero. Resulta evidente, dada la discrepancia entre el texto de los bocadillos y la expresión facial del personaje antagónico, que se ha añadido todo lo relativo a las intenciones gamberriles del mismo. Así, la crudeza de la faena que Don Pedrito le inflige queda transformada en el merecido chasco que todo abusador se debe llevar en pro de la justicia. Pero a nosotros no nos engañan. Este hombrecito de bigote, traje y corbata negros es un poco cabroncete. Felicidades, no obstante, Don Pedrito.

miércoles, junio 28, 2006

El vigor juvenil de Ibáñez


En este weblog (o lo que sea) dedicado a Bruguera en general y a sus tebeos en particular (o al menos, así era en un principio) parece que evitemos cuidadosamente hablar de Francisco Ibáñez. Y no es así. Los burgomaestres nos dejamos motivar por el entusiasmo para tratar un personaje o un tema. En ocasiones, es la actualidad que se cruza con alguna historieta o con alguna portada, la que nos lleva a traer a colación a tal o a cual dibujante y a su obra. Si Ibáñez no aparece más a menudo en este escaparate virtual se debe exclusivamente a que no concurren las circunstancias para ello. Por otra parte, la obra de Ibáñez está demasiado difundida, tiene demasiados fans y estudiosos y se vende demasiado bien como para que haya ninguna necesidad de que nosotros, que tenemos aspiraciones de cumplir la misión de rescatar obra que no se edita, preferentemente (porque es la que más nos gusta, fundamentalmente), traigamos aquí viñetas del archipopular Francisco Ibáñez.

No obstante, dado que recientemente Ediciones B ha editado un nuevo volumen de su colección Súper Humor Clásicos dedicado a este dibujante y lo ha titulado “El Francisco Ibáñez más clásico” y que, precisamente, hemos estado viendo algunas historietas de la primera época de Ibáñez en Bruguera, tal vez sea oportuno dedicar nuestra atención a los primeros esfuerzos de este dibujante en la editorial barcelonesa.

La revista Can Can dio la oportunidad a nuevos valores de foguearse de lo lindo. Bruguera pretendía hacerse con el mercado del semanario humorístico para mayores que Tio Vivo había cultivado desde su nacimiento, en el verano de 1957. Así, el número cero de Can Can asoma a los quioscos la primera semana de febrero de 1958 como “La revista de las burbujas”, con el propósito de cosquillear la nariz de los lectores más mundanos. En sus páginas encontramos a los dibujantes que se habían mantenido fieles a la casa, tales como Vázquez, Jorge, Nadal, García Lorente y Martz Schmidt, y a los nuevos valores contratados para llenar el hueco dejado por los Peñarroya, Escobar, Cifré, Conti y Giner, es decir, a los Raf, Ibáñez, Segura, Gin y Gosset. En unos cuantos meses, los hijos pródigos volvieron al redil y se incorporaron también a la tarea de llenar de carcajadas las páginas de Can Can.

Ibáñez Can-Can

Cuando había transcurrido una semana tan sólo desde que Mortadelo y Filemón hubieran visto la luz en Pulgarcito, en el número 0 de Can Can, Ibáñez inauguraba la publicación de las historietas de Don Adelfo y de una página temática. Del citado personaje (uno de los más anodino y olvidables de toda la galería Bruguera) ya se ha hablado en este weblog, en cuanto a la página que se le asignó a Ibáñez para tratar humorísticamente un tema, la número siete de la revista, es de la que hemos extraído (de los números 0,1 y 2) las viñetas que ilustran esta entrada, cuyo título quedará sobradamente justificado con su contemplación.

Ibáñez está a punto de cumplir 22 años en este momento. Hace tan sólo un año que se dedica profesionalmente a dibujar chistes y tiene unas ganas enormes, verdaderas ansias por hacerse con un puesto en el universo de la historieta. Es un artista en plena formación y su estilo está muy lejos de llegar a definirse, aunque, disciplinado como pocos, se esfuerza por agradar y dibuja dedicadamente, no escatimando detalles ni rehuyendo afrontar variedad de temas. Más bien al contrario, en estas páginas de la revista Can Can, lo que se pone de manifiesto es una decidida voluntad de mostrar una gran capacidad para el dibujo y una patente versatilidad. Así, Ibáñez se atreve con temas de épocas y ambientes diversos, como para demostrar que su lápiz es poderoso y dúctil, como el que más. En el número 0, el creador de Rompetechos abre el fuego con el mundo romántico del XIX, con sus duelos y sus bigotazos, con sus damiselas vestidas de puntillas y su ambiente galante, tan grato a Peñarroya. En el número 1, afronta el tema medieval y dibuja caballeros , dragones, alquimistas y sarracenos con solvencia, con un ojo puesto en el maestro Jorge. A la semana siguiente, la India misteriosa se convierte en la referencia, con sus fakires, elefantes y rajás, un tema que en multitud de ocasiones había inspirado al ya citado Peñarroya.

No cabe duda de que Ibáñez, con todo el vigor de su juventud sobre el papel, está pletórico y arde en deseos de conquista al público lector y a la empresa que le paga. Ese vigor desborda los rígidos límites de las viñetas y ésa debe ser la explicación existente para que nos topemos con la imagen que acompaña este párrafo final. Verán este burgomaestre no es persona obsesionada con el sexo ( ni con el propio ni con el ajeno) , pero sabe reconocer un pene erecto cuando lo ve (cosa que no sucede con demasiada frecuencia, valga la confidencia) y eso es lo que Ibáñez dibujó en el ángulo inferior derecho de esta viñeta de la página siete del Can Can número 1. Que lo hiciera conscientemente (con la osada intención de colar una picardía) o sin reparar en ello (traicionado por el subconsciente a causa del bullicio hormonal de la juventud), eso es algo que sólo Ibáñez nos podría desvelar. Pero ahí está el dibujo, que salta a la vista. Reforzando el supuesto primero, el de la picardía (algo cochineja) del joven dibujante, leemos con asombro la frase del bocadillo, pronunciada por el personaje que protagoniza la acción: “¡Pardiez, cómo se ha puesto de gorda!”, que si bien aparece referida a la mujer que pasa por el segundo plano de la escena, bien podría estar expresando la satisfacción del feliz poseedor de la verga expuesta en primer plano. Por increíble que resulte, a veces las cosas son lo que parecen.

NOTA de Don Berrinche: la reciente edición del volumen de la colección Súper Humor Clásicos de Ediciones B “El Francisco Ibáñez más clásico”, debería hacer enrojecer de vergüenza a los responsables. La calidad de la impresión es paupérrima e indigna. Muchas de las páginas publicadas son poco menos que invisibles, dada la falta de contraste de las imágenes. En cuanto a la edición de un material presuntamente clásico, es inadmisible que se realice sin más referencias documentales que una breve nota introductoria que ni cataloga la obra reproducida, ni sitúa las diferentes planchas en ningún contexto editorial. Con los medios actuales no valen excusas para ofrecer al lector un producto tan deficiente tanto gráfica como documentalmente. Si los responsables de Ediciones B cometen tamaña villanía con el material del artista preferido del público, verdaderamente no es deseable que se tomen la molestia de emprender ninguna edición con otros dibujantes menos populares como protagonistas. La chapuza podría resultar hasta ofensiva.

sábado, junio 24, 2006

Festival


También este modesto weblog (o lo que sea) ha querido sumarse a la celebración del Día Europeo de la Música, con la organización de un concierto benéfico (en beneficio de la Duda) a cargo de nuestros queridos personajes Bruguera, para lo que hemos contactado aprisa y corriendo con los músicos disponibles de la nómina de personajes bruguerianos. La tarea no ha resultado fácil. Debido al despiste imperante en esta Notaría, la mitad de las direcciones de correos están desaparecidas y la mitad del resto no están actualizadas. A esta lamentable realidad hay que sumar la no menos desalentadora cuestión de la premura de tiempo con la que habían de responder los escasos intérpretes localizados, incompatible con sus problemas de agenda. Por si fueran pocas dificultades, además, la mayoría de los personajes con quienes finalmente pudimos contactar ha resultado que se encuentran retirados en asilos o en casas de reposo (cuando no en penales de alta seguridad) y sin ganas de cantar ni de tocar nada, por lo que declinaron el dudoso honor o, simplemente, nos enviaron a hacer gárgaras. No obstante, y venciendo un cúmulo de calamidades, obstáculos y cortapisas, estos burgomaestres se complacen en presentar a un ramillete de fenomenales artistas profesionales y a un hatajo de voluntariosos aficionados. Deléitense, damas y caballeros, con el arte musical de los magos del ritmo y la melodía de la historieta española. Se abre ante ustedes el Primer Festival Bruguera del Día Europeo de la Música.

El evento
Celebrado el pasado jueves, día 22 de junio del año 2006, en el Teatro Rafael González de Barcelona, y emitido hoy, en riguroso diferido, en este weblog, en el Primer Festival Bruguera del Día Europeo de la Música, el numeroso público asistente pudo deleitarse con actuaciones musicales, de las cuales reseñaremos las más sonadas, en las cuales, gracias a una cuidada escenografía, se reproducían fielmente algunas viñetas en las que se habían dado momentos musicales . De especial dificultad técnica fue la reproducción de la viñeta en la que el Tío Vázquez navegaba a la deriva en un respiradero, en medio del océano mientras ejecutaba su número y tal vez por ello, fue uno de los más aplaudidos. Excusó su asistencia la estrella máxima del Universo Bruguera, Mortadelo, quien, a modo de compensación, envió en su lugar un archivo de vídeo con una vieja actuación suya, que se pudo ver en la portada del SuperMortadelo número 13, publicada en 1972. Su ausencia, aunque lamentada, no restó asistencia al concierto. Para la interpretación musical de los diversos números, se contó con un coro de voces fijo en el que no queremos dejar de destacar la presencia de Lily, la creación de Segura para la revista del mismo título, tal como aparecía en el número 498, de 21 de junio de 1971.

Artistas profesionales

Dedicar la vida a las fusas y las corcheas es uno de los más encomiables propósitos profesionales a que se puede aspirar. La música es un bálsamo, un estímulo o, directamente, un alimento imprescindible para la mayoría de la humanidad. Dejando al margen las inevitables excepciones, los seres humanos necesitamos recargar nuestro espíritu, con periodicidad variable, con melodías que poder cantar en la ducha o en el asiento de atrás del coche, cuando vamos de excursión, o caminando camino del trabajo, o, también, si nuestro gusto está más educado, con sinfonías que dirigir imaginariamente en el saloncito. Aquellos que sienten la vocación musical y consiguen darle naturaleza profesional alcanzan la felicidad cada vez que ejercen su oficio y la transmiten al oyente.
En el mundo Bruguera, en el que hay profesionales en todas las ramas imaginables, también encontramos músicos. Los hay desde los que se dedican con entrega total a su arte, hasta los que únicamente ejercen muy ocasionalmente, en alguna historieta determinada.

¡¡Sinforino!!
El músico más músico de todos los personajes bruguerianos fue creado por Jorge para la recién nacida revista DDT en 1951. Gráficamente, se trata de una de las propuestas más estrambóticas, extravagantes y excéntricas de toda la cosmología brugueriana. Dependiendo de lo retorcida que sea la mente del lector, su aspecto físico, dominado por una cabellera en forma de fuente surtidor (de tinta china, claro), puede recordar las cosas más disparatadas. Su afán por ganarse la vida con el ejercicio musical (mediante la docencia y la interpretación) no obtiene recompensa nunca y el insólito multiinstrumentista de cerrada barba vive instalado en la precariedad más absoluta. Le vemos aquí, en una viñeta del DDT 27 (de noviembre de 1951) interpretando el que bien pudiera ser el himno oficial del Estado Bruguera, “El vals del percebe”, del maestro Peñarrovsky”, iniciando con la debida solemnidad el Festival Bruguera del Día Europeo de la Música.

Aniceto, artista completo
Como reza el titulo, Aniceto domina todos los áreas de la creatividad artística. O eso cree él. Lo mismo se anima a escribir una novela que a pintar un mural o a ejecutar, como es el caso, una pieza de “Chapín”. Él se siente grande, violín en mano, pero los efectos de su arte son casi letales. En esta historieta del DDT 151, de la tercera época, de 8 de junio de 1970, tan pronto desgrana las primeras notas, Aniceto cae fulminado y la misma reacción (un suerte de defunción momentánea) tienen después su portera y el médico que acude a asistirle, con lo que puede afirmarse que Aniceto “ejecuta” de forma muy efectiva.
Escobar dibujó a este completo desastre artístico para el DDT durante un periodo relativamente breve, alternando su presencia con la de “Melitón, bombero de afición” en la misma revista y simultaneándola con la serie fija de Toby. Dotó a su personaje de un aspecto bastante juvenil y más delgado (economía bohemia mediante) de lo que en su estilo es habitual. La definicón visual del artista se concentra en el uso de patillas y pipa, elementos ambos que hacen innecesaria más tarjeta de presentación y que por sí solos convierten a cualquier marsupial en un artista de tomo y lomo.

Pelufo Yeyé

Enrich tenía un estilo aseado y agradable. Sus series son de lectura fácil y el ojo no se fatiga en su contemplación. En sus historiets no sucede casi nunca nada excepcional, siendo su personaje más insólito el extraterrestre “1 X 2, el invasor” y el más popular, el Caco Bonifacio. Este Yeyé del 67, que asomó la ganchuda nariz en el Extra de Vacaciones de Pulgarcito de aquel año y poco más, tuvo una carrera extremadamente corta y constituye la contribución de Bruguera al fenómeno Yeyé, expresión nacida del machacón estribillo del “She loves you” beatleniano de tres años antes, y forma dominante en Francia y España para referirse a los grupos pop.

El trío Yeyé
Como reafirmándose en su condición de dibujante yeyé de la casa, Enrich nos proporcionó la actuación en la portada del Pulgarcito número 1873, de 27 de marzo de 1967, del “famosísimo” Trío Yeyé. Este conjunto de improbable formación (inédita, diría este burgomaestre: dos guitarras y un saxo) actúa en un club cuya exclusividad se formula en que todos los asistentes a los recitales deber ser melenudos. Para cumplir este requisito, Tribulete y su jefe se plantan en la cocorota la oportuna peluca beatle, lo que nos permite, echando un sitazo a la viñeta adjunta, verlos de esta guisa. Son personajes que, en ese momento, llevan ya veinte años de permanencia en los quioscos. Su creador, el fundacional Cifré, ya ha pasado a mejor vida y ellos mismos están algo anticuados. Enrich, que se hizo cargo de la serie con muy buen oficio, los pone instantáneamente al día con este sencillo procedimiento. Citando a la Orquesta Mondragón, podríamos decir que Tribulete y su jefe se han aplicado la receta que Javier Gurruchaga cantaba en sus buenos tiempos: “Ponte la peluca, ya”.

Artistas aficionados

Ser “amateur” es algo bonito que ser. La dulzura de la palabra cuadra perfectamente a aquel que hace música para distraerse, para acompañarse, para divertirse y porque, sencillamente, le sale hacerlo, sin otra ambición que manifestar el propio estado de ánimo o sin ninguna intención en absoluto. A menudo, la música sale de uno sin proponérselo siquiera, porque la música, felizmente, ha entrado en nosotros alguna vez y movida por leyes físicas indomables, la musica sale de nosotros alguna vez, ya sea “silbando al trabajar” o, con un poco más de disciplina por medio, cuando tratamos de reproducir con nuestra guitarra barata, las canciones de nuestros héroes. Los personajes Bruguera no son ajenos a este hecho y por eso, en el Festival también tuvimos ocasión de presenciar las actuaciones de...

Zipi y Zape, rockanroleando

La versión del rock’roll qu enos brindan los hermanos Zapatilla resulta didáctica y algo edulcorada, pero a entusiasmo no les gana nadie. Escobar los dibuja en el Pulgarcito 1591 (de fecha 30 de octubre de 1961) entregados al frenético ritmo rockero con verdadero frenesí, pero atemperando el desmelene con una carga paternal y docente que hace entrar en vereda cualquier atisbo de desenfreno. Su interpretación del bailable rock (con letra y música del maestro don Pantuflo Zapatilla) fue de las ovacionadas del festival y es que el gran público siempre se pirra por las monerías infantiles, claro que, en este caso, hay que reconocer que estos chicos, con su entrega, resultan enternecedores.

Bautista

El alopécico fámulo dibujado por Sanchís a quien ya se dedicaron algunos párrafos en una entrada anterior, toma la guitarra y se arranca con una versión de “Moliendo café” que provoca la consiguiente zozobra en su señor. La rígida circunspección de un mayordomo se descompone totalmente cuando da rienda suelta a sus apetencias sonoras y canta desaforado, abriendo mucho la boca y cerrando los ojos, esta canción que trajo a España el mexicano Javier Solís, cargada de tardes que languidecen y de cafeína, con música del maestro Blanco y letra de José Manzo. Se pudo ver en el Tio Vivo 86 de la segunda época, de fecha 29 de octubre de 1962.

Olivio

Uno de los éxitos mayores de eso que dio en llamarse “Canción del verano” fue “Un rayo de sol”, la pegajosísima tonada hábilmente producida por Tony Ronald y compuesta por su bajista, Amado Jaen, que el grupo “Los Diablos” lanzó el estío de 1970 y que los puso en lo más alto de las listas de ventas. En la primavera siguiente, concretamente, en el Mortadelo número 21 (de fecha 19 de abril de 1971), Olivio todavía tiene en la cabeza este éxito de la música chicle y se lanza a interpretar en la soledad del campo, una animada versión. Olivio, en su actuación, representa a la figura universal del trabajador que se distrae en el desarrollo de su labor, una de las utilidades más nobles del arte musical.

Vicente el dependiente
Jaume Rovira dibuja como nadie la jovialidad, ese estado de ánimo que hace la vida fácil de vivir y los lectores se lo agradeceremos siempre. Sus personajes, preferentemente jóvenes y con ganas de divertirse, se ponen a cantar con facilidad y a la menor ocasión. En la viñeta del extra de Primavera de Din Dan de 1973, el dependiente Vicente utiliza la música como medio para celebrar el feliz hallazgo de una buena idea (en este caso concreto, para crear un slogan para los almacenes), algo que, según parece, el propio dibujante solía hacer. El tema elegido, el clásico contemporáneo “American pie” , de Don McLean, publicado en 1972.

Pepito

El sobrino de Rigoberto interpreta un solo de bombo, un arte difícil de apreciar por el gran público y que, desde luego, su tío no sabe apreciar. Responde el niño al deseo innato de todo humano de dominar un instrumento musical. De entre todos los instrumentos, son los de percusión los más primitivos y, por tanto, los más apropiados para satisfacer tan atávicos impulsos. El caso es que Luisito, como percusionista, representa a un tipo de músico muy especial. En todos los grupos, el batería es el elemento singular, el individuo peculiar. Algo así como el portero en los deportes de equipo. La escalofriante escena se produjo en el Pulgarcito 1862, de 9 de enero de 1967.

Usurio

Con una versión castellana de “La vie en rose”, la inmortal canción de 1942 que popularizara mundialmente Edith Piaf (con letra de la propia cantante y música de Louigy ), saltó al escenario Don Usurio, el personaje de Marz Schmidt que fue menguando de tamaño en sucesivas historietas hasta quedar reducido al estándar de hombrecito brugueriano. En la historieta reproducida (Pulgarcito 194, de marzo de 1951) , Don Usurio ha visto en la práctica del recital callejero una vía de acopio de riquezas, cosa que, naturalmente, le resulta un chasco completo. El bueno de Don Usurio canta con un estilo aún más desaforado que el de Bautista y dobla su menudo cuerpo en un arco que facilita la salida del chorro de voz. Las notas salen de su boca despedidas como fuegos de artificio y el éxito cosechado en la historieta era igualmente artificial. En el Rafael González, en cambio, tuvo muy buena acogida.

Agamenón
Agamenón hizo (muy adecuadamente, dado el ambiente rural del número) una interpretación del tema “If I were a rich man”, extraído del musical de Broadway de Jerry Bock y Sheldon Harnick, con libreto de Joseph Stein “Fiddler on the roof”, estrenado en septiembre de 1964 y popularizado mundialmente por la multioscarizada película de Norman Jewison del mismo título estrenada en 1971. Agamenón sucede a Zero Mostel (que estrenó el espectáculo en el escenario), a Topol (que lo continuó y protagonizó la película) y a nuestro Antonio Garisa (que hizo la versión para los escenarios españoles, grabó un disco y protagonizó una serie televisiva con el tema) en esta adaptación que se publicó en el Súper Tio Vivo número 81 (de fecha 13 de agosto de 1979). Y si bien el mozo no consigue ver realizado el sueño expresado en su canción, logra que llueva en Villamulos, lo que no es moco de pavo.

Carpanta, contrabajo

La participación del inefable Carpanta en el festival consistió en la escenificación de su historieta del Pulgarcito 1127, de noviembre de 1952, en la que se unía junto con su amigo Protasio a una orquesta como contrabajo. Tal peripecia le permitió a Escobar ofrecer un recital de chistes a propósito del lenguaje musical, tales como el relativo a un sostenido “que está a punto de caerse”, o a la necesidad de llevar gafas ahumadas por “estar tocando en clave de sol”. Como Carpanta pasa frío a causa de las corrientes de aire que se establecen debido a la numerosa presencia de instrumentos de viento, termina tocando el contrabajo desde dentro.

Gratuitas consideraciones finales

Esta vida ingrata, absurda y majadera que nos trata con tan poco respeto y que nos sume en la perplejidad con tanta frecuencia por su insensata crueldad sería insoportable sin los tebeos y sin la música. Por eso nos ha hecho tan felices organizar este festival y esperamos que hayan disfrutado de este resumen. Muchos personajes se han quedado en la recámara, como este Pitagorín y su amiguito Pepito que daban un toque eléctrico a los villancicos en el Almanaque de Pulgarcito para 1968, pero es que esto ya se está alargando demasiado... ¡Hasta la próxima, amigos de Lady Filstrup! Aquí termina el Primer Festival Brugera del Día Europeo de la Música! Sigan leyendo tebeos y escuchando música. Son de las pocas cosas que se pueden hacer y disfrutar simultáneamente.

miércoles, junio 21, 2006

Osadía total



Grizzly Man
El 6 de octubre del 2003, Timothy Treadwell y su novia, Annie Huguenard, fueron devorados por un gigantesco oso pardo en la Reserva Natural de Katmai (Alaska). Uno de los osos que ambos habían estado estudiando y filmando durante los anteriores trece años de su vida. El pasado viernes se estrenó en las pantallas de nuestro país el nuevo film de Werner Herzog, “Grizzly man”, una película documental pluri-galardonada en la que se detallan las circunstancias que precedieron y envolvieron tan luctuoso e insólito suceso. Timothy Treadwell había hecho de los osos grizzly su razón de ser y se había mantenido en estrecho contacto con ellos, compartiendo en su compañía muchas experiencias vitales (al modo en que lo han hecho naturalistas famosas como las primatólogas Diane Fossey o Jane Goodall). Podría decirse, siendo algo crueles, que su comunión con los seres objeto de su dedicación fue completa cuando terminó siendo ingerido por uno de ellos.

Werner Herzog tiene en su haber una filmografía tan interesante como personal y atípica. Su obsesión por las historias inverosímiles pero verídicas protagonizadas por personajes “más grandes que la vida”, dotados de obsesiones desmesuradas o increíbles, “enfrentados a” o “insertos en” parajes que se constituyen escenarios colosales que deben dominar, podría haberle convertido en un fenómenos de masas si no fuera porque su rigor narrativo está dominado por un estilo alejado del gusto popular. Herzog, voluntariamente o no, cuenta sus interesantísimas historias con un ritmo no ya inapropiado para obtener el éxito de taquilla, sino directamente contraproducente para su consecución. En el relato de la experiencia vital de este Timothy Treadwell, Herzog ha empleado el material que rodara el mismo malogrado protagonista, unas imágenes de extraordinaria fuerza y belleza que vistas desde la perspectiva del conocimiento del trágico final de quien las filmó resultan revestidas de una grave y enigmática dimensión mágica. Evidentemente, la intención del documentalista original (Treadwell) es demostrar las bondades del noble y elemental mundo animal, mientras que el documentalista segundo (Herzog), ventajista supremo, no tiene que hacer ningún subrayado para darle la vuelta completa al discurso ecologista-bonista. La consecuencia que persigue demostrar es obvia: la naturaleza es un caos y el hombre una mera víctima inconsciente cuando no, ingenua.



Los osos en Bruguera y la historieta que toca

Si hay un dibujante brugueriano especializado en osos, ese, sin duda alguna, es Roberto Segura. Fijación la cual apuntamos en sendas entradas mi docto compañero y yo mismo y en cuyo abundamiento coloco al lado de estas líneas alguna muestra más. La figura del plantígrado sustancia para este dibujante la corporeización de la amenaza y Segura recurre al empleo de su colosal aspecto con más asiduidad que toda una troupe de zíngaros. Hasta para felicitar las pascuas a los lectores, se ve impelido a incluir el dibujo de un oso en la estampa navideña “ad hoc” tal como podemos comprobar en su viñeta del Almanaque del DDT para 1964.


No obstante lo dicho, es de Conti y de su Carioco de quien vamos a ocuparnos hoy, por haber creado uno y protagonizado el otro, la historieta publicada en el Pulgarcito 137, de febrero de 1950, titulada “Carioco y los osos”, una verdadera delicia, plenamente actual en virtud de su calidad de clásico y de la oportunidad del estreno de la película del cineasta alemán, con la cual guarda evidente relación.



Carioco y los osos

Con la debida distancia que impone el humor, Conti, que tiene la mente más científica y racional de todos los dibujantes de Bruguera, elige como personaje estrella a un demente, ya que ese es su modo de poder adentrarse en el terreno de la diversión. Conti busca pasadizos para pasar del mundo real al mundo de la diversión. Si en Carioco es la locura, otro de sus personajes más logrados (aunque gozara incomprensiblemente de una breve existencia) , su Morfeo Pérez, recurre al mundo onírico para conseguir el mismo objetivo. En otras ocasiones, como en el Doctor Sí y su ayudante No, o en el de Don Alirón y la Ciencia Ficción, la evasión se produce hacia mundos imaginados procedentes del género de ficción especulativa. No obstante, y especialmente en el caso de Carioco, estas apuestas temáticas, estos pasadizos por los que deslizarse, se revelan más bien una coartada. La demencia de Carioco es nominativa más que patente. De alguna manera, Carioco es un loco porque sí. Nadie lo duda porque vive en un manicomio y lo lleva en el nombre y en la mata de pelo que le brota rebelde de la cabeza. Su locura “salta a la vista” aunque no se le note en nada. Valga como ejemplo de esta locura “presupuesta” que en la historieta que comentamos hoy, el oso co-protagonista afirma estar deseando probar “la carne de majareta”.

Conti, como ya se ha dicho alguna que otra vez en este weblog (o lo que sea), terminó siendo, estilística y fundamentalmente, un dibujante de chistes para periódicos. Su grafismo fue derivando de su vertiente como historietista a la del ilustrador gráfico de prensa. No obstante, a través de los años y las décadas, Carioco se mantuvo en la brecha a pesar de tratarse, de todos los personajes originales y fundacionales de la editorial, uno de los que tenían la personalidad menos definida, probablemente debido al hecho de que era uno de los mejor construidos gráficamente. La caracterización de su figura inconfundible descansaba sobre dos elementos fundamentales: el tupé y la gran corbata de lazo o chalina. Otro triunfo en el haber de Conti (o en el de Rafael González, que bien pudiera ser) es el nombre de su criatura, tan sonoro y redondo que se hizo popular incluso entre quienes no eran lectores de tebeos. Esta sencilla contundencia en su caracterización le permitió construirse un espacio propio en el mundo de la historieta y en el subconsciente del colectivo del lector y cosechar una perdurabilidad y una estima por encima de lo que la diversión real que sus aventuras proporcionaban. Anotemos como detalle curioso a propósito de los elementos citados, que el tupé de Carioco (1949) está claramente emparentado con el penacho de Woody Woodpecker (1940) a quien no por casualidad se le conoce entre el público de habla hispana como Loquillo, nombre artístico del cantautor y rockero heredero de la cresta de ambos.

La historieta “Carioco y los osos” narra un episodio de caza en el que nuestro héroe, acompañado por un señor de aspecto respetabilísimo al que llama profesor, debido a una lamentable confusión, termina del mismo modo en el que la vida de Timothy Treadwell llegó a su final: Carioco acaba también en la panza de un plantígrado al que había tratado con un exceso de confianza. Lo mismo que mister Treadwell. La diferencia entre el cuerdo Treadwell y el loco Carioco, es que el primero demuestra sufrir una demencia mucho mayor, pues en ningún momento duda de la naturaleza salvaje de la bestia de media tonelada de peso con la que se relaciona temerariamente, mientras que el presunto orate, hijo de Conti, cree estar tonteando con un pobre empleado de la Oficina de Turismo, disfrazado.
Como todas las historietas creadas en esta etapa de la editorial, ésta viene marcada en su lenguaje verbal por el estilo característico de Rafael González, con sus usos habituales, entre los que no faltan las exclamaciones de caprichosas parejas de sustantivos ("prudencia y feldespato") ni las alusiones a dibujantes de la casa a los que, como a Peñarroya en este caso, se les toma sanamente "la cabellera". Visualmente, Conti asume la línea editorial que unificaba notablemente los estilos de los distintos artistas. Es una página llena de movimiento, poblada de muñequitos preferentemente dibujados de cuerpo entero que se desplazan por una escena como en una representación teatral o en una película de dibujos animados de las más habituales entonces.

La idealización de la vida salvaje, o de la Madre Naturaleza (dicho en términos decididamente cursis) es un error en el que suele incurrir irreflexivamente aquellos quienes no salen de las ciudades desde hace, pongamos, diez generaciones, más que para veranear o hacer excursiones. Y es un error que viene de antiguo, como si el Hombre, después de siglos de luchar contra las inclemencias de la naturaleza de este inhóspito planeta, tuviera gran facilidad para olvidar lo que le ha costa alcanzar cierto confort en él. Eso, y cierto atavismo genético, explica que tanto cazadores como naturalistas insistan en mezclarse otra vez con el pasado salvaje del que procedemos, sin reparar en que ya son muchas más las cosas que nos separan que las que nos unen.

Nota: las imágenes (meras gotas de un océano) de osos de Segura no referenciadas son: la portada del Tio Vivo número 171 de la primera época (de 17-10-1960) y una viñeta de una reimpresión de una vieja historieta de Rigoberto Picaporte en el Almanaque para 1973 de Pulgarcito.
NOTA2: Como este burgomaestre es consciente de la devoción que por Francisco Ibáñez sienten muchos de los visitantes de este weblog, cuelgo aquí como suplemente totalmente gratuito la felicitación que dibujó y que apareció justo encima de la de Segura (de la que he puesto el fragmento "con oso") del Almanaque del DDT para 1964. Es posible que alguno de sus fans no la haya visto antes y contiene la curiosidad de que el creador de Rompetechos se retrata todavía con bastante pelo. Por lo demás, es una muestra inequívoca de su periodo álgido de "franquinización" (expresión que, dicha en el contexto de la dictadura, suena rematadamente mal).

lunes, junio 19, 2006

Don Berrinche y el ataque de los platillos volantes


Nos gusta Don Berrinche, no lo vamos a disimular. Es un personaje que nace de Mr. Hyde, de ese lado salvaje que todos tenemos sojuzgado en el fondo de nuestras civilizadas personalidades. Su deambular, pertrechado de un primitivo garrote (siniestramente rematado por un clavo en su extremo superior) en busca de cráneos que perforar, recuerda la figura del revés del Doctor Jeckyll, con la diferencia de que, en lugar de tener que recurrir a la ingestión de una milagrosa pócima, como la criatura de Stevenson, el hijo borde de Peñarroya es un bestia “full time”.










El enfrentamiento de nuestro desinhibido héroe, de nuestro epítome de la mala lecha, con la amenaza de los platillos volantes, se sustanció en una soberbia historieta publicada en la contraportada del Pulgarito número 169, de septiembre de 1950, “Platos volantes”. En ella, Don Berrinche, luce un humor más exasperado que de costumbre, que lo mueve frenéticamente, sin descanso, a lo largo de la página, en la cual transcurre un mes largo (de acción en la ficción) de actividad incansable desde el momento en que aparece proclamando que los platillos volantes son “paparruchas”, hasta que es despedido, en la viñeta final, de la superficie marciana aferrado precisamente a un platillo que lo transporta de vuelta a la tierra. En el trascurso de la viñetas, como liberado de todo mínimo escrúpulo al tener que vérselas con enemigos extraterrestres, el berrinche de Don Berrinche progresa sin descanso y lo impulsa de un lado a otro animándole con una energía tan desbordada que se comunica al lector en forma admirable. En tan sólo una plancha de 23 X 16 cms asistimos a:










-El ataque de un platillo volante sobre la irritabilísima persona de Don Berrinche











-La resolución firme y repentina del agredido de vengarse implacablemente
-La búsqueda de asesoramiento científico por parte del vengador en la materia "platillil".
-La construcción de un cohete con la finalidad de invadir a los invasores
Viaje interplanetario de Don Berrinche y llegada a Marte
Enfrentamiento con los marcianos y explicación del fenómeno de los platillos volantes
Regreso a la Tierra del frustrado vengador con nuevas amenazas para la Humanidad

El ritmo de la historieta es tan vertiginoso que uno apenas puede reparar en el desparpajo, la agilidad, la firmeza, la voluntad, el ingenio, la habilidad, el vigor con el que Peñarroya nos ha sacudido. Se ha valido del lenguaje visual (con una figura de Don Berrinche que parece animada por resortes eléctricos, que más que correr, brinca) y también del lenguaje verbal, con expresiones tan vivas que, al ser leídas, saltan pimpantes en el cerebro del asombrado lector, porque Don Berrinche da garrotazos “de obra” y también “de palabra”, llamando a los platillos volantes “paparruchas” y a los marcianos, “panolis”, ”mequetrefes”y “mentecatos”.

A Don Berriche pocas veces lo hemos visto tan enrabietado, tan acelerado y resuelto, como en esta ocasión. La verdad es que comunica con su furia una vitalidad tremenda y podríamos decir que la lectura de esta historieta es un estimulante de los buenos. La contemplación de la plancha en su conjunto nos permite constatar que el movimiento constante en forma de vaivén o de zig-zag del personaje protagonista transmite una sensación de acción trepidante que deja sin aliento al lector. Don Berrinche aparece por la izquierda en la primera viñeta y camina, con su porte garboso, hacia la derecha, naturalmente, de donde procede el platillo que le alcanza en la segunda viñeta y le hace precipitarse al suelo en dirección opuesta a la que llevaba. Cuando se levanta, recuperado del golpe y echando sapos por la boca, Don Berrinche vuelve a correr hacia la derecha, pero escucha al científico en la siguiente viñeta, mirando hacia la izquierda, dirección hacia la que vuelve a emprender una carrera (garrote en ristre), con lo que esta viñeta queda contrapuesta a la inmediata superior, en la que se desplazaba a semejante velocidad de crucero, pero en dirección opuesta. Esta tónica continúa hasta el final de la historieta: el cohete lo construye orientado hacia la izquierda, pero el veloz vuelo lo describe el artilugio hacia la derecha. Don Berriche surge del cohete, de un brinco, hacia la derecha, para amenazar después a los marcianos con su garrote, al otro lado de la página, hacia la izquierda. En la línea final, el colérico personaje está orientado hacia la izquierda y sale, finalmente, expulsado de la superficie de Marte hacia la derecha.

La construcción del cohete interestelar, a partir de materiales de deshecho y derribo y sin más energía propulsora que la proporcionada por la propia rabia de Don Berrinche y por un montoncito de petardos falleros, recuerda a la que Tony Leblanc llevó a cabo (veinte años más tarde) en la película de 1970 dirigida por Javier Aguirre, “El astronauta”, con guión y producción de Pedro Masó y que ya se recordó en una magnífica entrada de mi compañero en este weblog (o lo que sea).

La imagen que Peñarroya nos ofrece de los habitantes de Marte, merece destacarse porque tiene una fuerza extraordinaria. Se sirve de elementos clásicos como el color verde y los cuernecitos como de caracol, pero, a diferencia de la imagen prototípica de los hombrecillos cabezones, en cambio, los hace gordos y con bocas de piñón (marca de la casa).



Platillos volantes por doquier

La temática de los platillos volantes en este año 1950 era muy popular e iba a volver a tratarse pronto en la misma revista Pulgarcito. Por ejemplo, en la portada del número 176, en la aventura del Heliodoro de Vázquez “Heliodoro y el platillo volante”. Aunque con resultados mucho menores, ésta es una historieta que contiene al menos la suculenta ocurrencia de “cazar” un platillo volante con un cepo, y algunas viñetas brillantes, como la muestra, con su audaz perspectiva, aunque tiene un final decepcionante en el que se descubre que la tal nave intergaláctica es en realidad un gadget publicitario, lo que le permite a Heliodoro exclamar su frase habitual: “¡Me muero!”.

La popularidad de las naves extraterrestres con forma de plato hizo que en el imaginario colectivo de los años cincuenta, fuera ésta la visualización que se impusiera sobre cualquier otra con respecto al fenómeno extraterrestre en general. El cine no tardó en perpetuarla en celuloide, siendo “The flying saucer”, el film de 1951 producido, dirigido y protagonizado por Mikel Conrad, su primera manifestación, si bien, el más popular de la temática sería el titulado “La Tierra contra los platillos volantes”, de 1956, dirigido por Fred F. Sears, sobre una historia de Curt Siodmak que contaba con el siempre prodigioso trabajo de Ray Harrihausen para los efectos especiales.

NOTA: En futuras entradas hablaremos de los extraterrestres que tenían su propia serie en Bruguera. De momento, y porque pilota un platillo volante (si bien es de los hondos y no de los llanos) y porque estamos en pleno mundial de fútbol, traemos aquí una viñeta de Cosmolito, una serie que no se hizo para Bruguera, pero que terminó publicándose en ella y que realizó un dibujante anónimo que, en opinión de este burgomaestre no es otro que el Raf que trabajó para la agencia Bardom Art y al que publicó la editorial británica Fleetway. Veremos en futuras entradas tanto ésta como las otras series que este burgomaestre considera la obra “no firmada” de Raf . En la viñeta que nos ocupa, publicada en el Tio Vivo número 174 de la segunda época, de fecha 6 de julio de 1964, el simpático extraterrestre que nos dibuja este Raf de los inicios de los años sesenta nos ofrece su visión de esto que viene apasionando a media humanidad las últimas dos semanas: el fútbol.