Lady Filstrup (3ª época)

Dedicado a la música ligera, actores españoles y tebeos de Bruguera (porque sí, porque rima).

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lunes, mayo 29, 2006

¡¡Cómo está el servicio!!


Un vistazo al panorama
Las tareas del hogar son una penosa obligación para cualquiera, por lo que quien tiene la suficiente disponibilidad de recursos económicos no duda en quitárselas de encima contratando los servicios de algún trabajador que se ocupe de ellas. Para la realización de estas labores, fundamentales para el sostenimiento de un hogar, no se requiere más que una buena disposición y cierta diligencia, por lo que constituyen un objetivo al alcance de personas con escasa o nula cualificación profesional. Así, en las décadas de los años 40, 50 y 60, en España, el servicio doméstico ha supuesto un medio de vida para mujeres procedentes del éxodo rural. Éste sería el caso de la chacha por antonomasia del tebeo español, la escobareña Petra (creada en 1954) y de la otra criada brugueriana: la Eufemia de Segura, que se ocupaba del señorito Rigoberto Picaporte a partir de 1960, aproximadamente (la serie empezó en 1957). Alejada del modelo patrio, Panchita es la criada negra del Doctor Cataplasma, imaginada siguiendo el modelo de las sirvientas del Sur estadounidense.
En el capítulo de los mayordomos, una institución mucho menos imbricada en la realidad española del periodo brugueriano, nos encontramos en primer lugar con Pascual, el orondo fámulo creado por Nadal en 1953, con su desvaída copia debida a Sanchís, Bautista, y con el Patson, de Raf, creado en 1970. Todos ellos, en líneas generales, se corresponden con el patrón del genuino y típico mayordomo inglés (lo que, en el caso de Patson no puede estar más justificado).
Y por último, protagonizando picaruelos chistes de Peñarroya, o sacudiendo el polvo en casa de los Trapisonda, encontramos muchachas, criaditas o asistentas diversas por innumerables páginas de todas las revistas de la editorial Bruguera y, sin duda, un día u otro las veremos por este weblog (o lo que sea).
Al margen de estos esquemas torpemente descritos por este burgomaestre, tenemos a Isabelita, la fámula de Don Furcio Buscabollos, un caso cuya originalidad la convierte en una verdadera rareza: la primera (y última) criada equina.

Convivencia

La relación existente entre empleador y empleado del hogar tiene la particularidad, frente al resto de relaciones laborales, que puede suponer la convivencia entre ambos. En el caso que nos ocupa, lo habitual, además, es que tanto las criadas, como los mayordomos formen parejas de hecho con su patrón, puesto que el caso más frecuente es que la unidad familiar la componga una sola persona, quien precisa de los servicios del sirviente por carecer, precisamente, de cónyuge que asuma las tareas de la casa. Como ya hemos dicho, las familias bruguera no suelen recurrir a este tipo de ayudas externas y aunque puntualmente veamos a alguna señora meneando el plumero por algún rincón de alguna viñeta de los Cebolleta (por ejemplo), no alcanzan el estatus de “personaje” por carecer de identidad propia. Se puede afirmar que, en un universo lleno de solterones y solteronas como Bruguera, el servicio doméstico sustituye, muy frecuentemente, a la pareja.
La existencia en común bajo el mismo techo lleva a los criados a compartir vicisitudes con sus amos y también conduce a cierta relajación en el trato, hija de la familiaridad que se impone al darse esa circunstancia. No es la menos importante la función de “hacer compañía” que cumple Petra con su señorita Doña Patro, o la complicidad que en muchas ocasiones demuestra Pascual con su señorito.
Amo y señor viven juntos y se distraen juntos. Sus destinos van unidos y la delgada línea que separa sus respectivos “status” salta por los aires con harta frecuencia. Salvando las distancias, esta convivencia comparte algo de la insana relación de dependencia y sometimiento que se describe en la película de Joseph Losey “El sirviente” (1963), con guión de Harold Pinter sobre la historia de Robin Maugham. La vacua inutilidad de la existencia de los señoritos debe llenarse por las acciones de sus sirvientes.

La convivencia lleva consigo que el servicio doméstico se extra-limite muy a menudo en el cumplimiento de sus funciones. El establecimiento de lazos afectivos con la persona con quien comparte la vida lleva frecuentemente a que el criado se tome la libertad de intervenir decisivamente en asuntos que no son de su competencia, movido siempre por la mejor voluntad. Los resultados de estas espontáneas muestras de afán de cooperación suelen acarrear consecuencias funestas para el destinatario de tales desvelos.

Las constantes del género
Tradicionalmente, la servidumbre en el mundo de ficción cumple un papel lógicamente subordinado y, a menudo, cómico. Los criados, en contacto con la alta sociedad (la única capaz de pagar sus servicios, tradicionalmente) , han cumplido en la escena y en la literatura en general el papel de contrapunto popular de las clases más pudientes o de los individuos más emprendedores y activos (héroes en general). Tanto en la novela picaresca, como en la comedia teatral, encontramos innumerables ejemplos de personajes dedicados a servir a los protagonistas y a regalar al lector y al público con las más divertidas réplicas y los “apartes” más jocosos. En la modesta opinión de este burgomaestre, es Jardiel Poncela (como en tantas otras cosas) quien ha legado a la humanidad una galería de miembros del servicio doméstico más rica, variopinta y (sobre todo) divertida, de la escena española, de la que forman parte los mayordomos que figuran destacadamente en los repartos de “Usted tiene ojos de mujer fatal” (estrenada en 1933) o “Eloísa está debajo de un almendro” (1940), por citar sólo dos ejemplos.
La problemática habitual que se refleja en las historietas con fámulos dentro, se constituye en base a diversas variaciones de unos temas recurrentes, siendo el primero y más habitual de todos, el escaso sueldo, la necesidad de que aumente y la imposibilidad, a fin de cuentas, de cobrarlo. Ni Isabelita, la yegua de Don Furcio, ni Patson, consiguen cobrar por sus servicios y la situación del resto no es mucho mejor. Otros temas habituales, propios del costumbrismo inherente a la naturaleza del género, son la práctica de la sisa, del chismorreo o la intromisión del criado en los asuntos de su señor.

Las super estrellas del gremio

Pascual es el rey y Petra la reina de la aristocracia doméstica brugueriana. Ambos, como titulares de sus propias series, superan la naturaleza subordinada de su profesión. Su protagonismo viene dado por la nula capacidad de sus amos para sostener el interés de una serie, dada su inactividad. Mientras que el doctor Cataplasma es un profesional de la medicina, Sir Tim O’Theo, un detective aficionado, Rigoberto Picaporte, un novio a “full time” y Don Furcio Buscabollos es una especie de caballero desfacedor de entuertos y por tanto, podemos afirmar que se han ganado el derecho a ser los titulares de sus propias páginas. En cambio, Doña Patro es poco más que una mera observadora de su criada, la pueblerina Petra y el señorito de Pascual, un caballerete ocioso cuya única ocupación consiste en mantener el monóculo alojado en el arco superciliar derecho y comportarse con distinguida elegancia (que no es, por otra parte, moco de pavo, pero no da, lamentablemente, juego suficiente como para interesar al público lector de tebeos).
El curioso uniforme de Petra
El rasgo distintivo que caracteriza a Petra es que es una desplazada. Como buena emigrante, siente nostalgia por su pueblo y deja que se le note a cada tartamudeo. Por otra parte, por ser Petra uno de los personajes más populares de la editorial, tiempo habrá en futuras entradas (es un personaje ya tratado en este weblog (o lo que sea), además) para comentar historietas suyas. Por hoy, quisiera detenerme en una consideración (tonta, como todas las de este burgomaestre) a propósito de su peculiar uniforme.
Los dibujantes tienden a dibujar siempre lo mismo. Esta afirmación, que puede parecer temeraria y que es hija de la imprudencia propia de la ignorancia que atesora este burgomaestre, se realiza ahora a propósito del increíble uniforme que llegó a llevar Petra en los últimos años sesenta y setenta. Un uniforme de líneas tan audaces y futuristas que era imposible concebir en la vida real y que recordaba más el de un super-héroe (tal como el de Chaqueta Amarilla de los Vengadores) que el de una criada española. Esta extrañeza viene explicada en parte por los dibujos que Escobar realizó para el DDT Extra “En el año 3000” (1961), en los que el artista visualizó unos trajes para el futuro de diseño muy similar al uniforme de Petra. Lo que me lleva a repetir la frase inicial de este párrafo, ligeramente modificada: “Los dibujantes tienden a dibujar siempre las mismas líneas”.
Lo grande y lo pequeño
Además de la extremada elegancia del dibujo de Nadal, sobre la que mi compañero hizo un magnífico post en su día, al hablar de “Pascual, criado leal”, destaca, entre otras cosas, el insuperable contraste visual que personifican amo y criado. A pesar de sus distinguidas maneras y de sus educadas expresiones, tan tremenda disparidad de volúmenes produce un efecto muy vivo que, en ningún momento roza lo grotesco debido a la belleza de las líneas del dibujo. Por mucho que lleguen a enfadarse el uno con el otro, amo y criado, semejantes por sus respectivos tamaños a un gorila que hubiera secuestrado a un niño de cinco años, forman una pareja que destila apacibles sensaciones de humana convivencia. Juntos cazan, pescan y comparten todo tipo de vivencias. Este burgomaestre no quiere ni pensar en las muy existosas, trepidantes y carcajeantes (pero desprovistas de humanidad) historietas que podría haber realizado Ibáñez con esta pareja de personajes.

Los co-protagonistas
Panchita, de la que ya dijimos en su día que era la reproducción en tinta china de Hattie McDaniels (o algo parecido, compruébenlo aquí), apuntamos que no comparte con otras criadas ni la raza ni las circunstancias de crianza. Como dijimos ya en esta otra entrada, la consulta (original) del Doctor Cataplasma parece estar ubicada en alguna tranquila ciudad pequeña de algún civilizado Estado del Sur-este de los Estados Unidos, en algún momento de los años veinte. La relación de esta voluminosa criada negra con su patrón viene muy marcada por la profesión de éste y por su avanzada edad, circunstancia ésta que elimina implicaciones que, en cambio están muy presentes en el caso de Rigoberto Picaporte y su Eufemia. La dependencia del solterón prototípico de Bruguera de su criada es muy notable y se pone de relieve en muchas ocasiones. Sirva de ejemplo la historieta aquí mostrada en la que Rigoberto se ve abocado a contratar con urgencia una sustituta temporal, sin parar mientes en el aspecto de bulldog de la escogida .
Eufemia ocupa un lugar en el hogar de Rigoberto semejante al de la asistenta de James Stewart en “La ventana indiscreta” (Alfred Hitchcock,1954). La genial actriz de reparto, Thelma Ritter, en el papel de asistenta de un solterón que está en edad todavía de dejar de serlo, cumple funciones muy parecidas a las de la rústica Eufemia con su señorito. La diferencia, en este caso, está en el sujeto casable, quien, a diferencia del protagonista de la película hollywoodiense, querría casarse, pero no es capaz de hacerlo. (Por cierto, que este film es, más que ningún otro, y según comentario de mi querido compañero burgomaestre, el más claro antecedente cinematográfico de “13 Rue del Percebe” y este burgomaestre no puede estar más de acuerdo). Por lo demás, el aspecto físico de Eufemia, a quien recuerda más es a Florinda Chico , la fenomenal actriz nacida en Don Benito que encarnó a una de las chachas más famosas de la televisión española (acompañada primero por la no menos querida Rafaela Aparicio(Marbella 1906- Madrid 1996) y por Laly Soldevila (Barcelona 1933 – Madrid 1979), después), la de la Casa de los Martínez, la serie de Romano Villalba que en las sobremesas de los jueves primero y los viernes después, acompañó a las familias celtíberas en los años 68, 69 y 70.
El dinámico Patson, además de tener la inmensa suerte de estar dibujado por Raf, lo que le hace disfrutar automáticamente de una vitalidad inmensa, que rebosa el marco de las viñetas (y no me refiero a que se mueva mucho, sino a que se adivinada en su mirada la vida que anida en su interior) y de vivir aventuras frecuentemente ideadas por Andreu Martín, presenta la peculiaridad de alternar el desempeño de sus tareas inherentes a su condición de sirviente (que se ocupa de todo en la casa, además de ser chofer y jardinero) con las de ayudante de detective. En la línea del Desmond de Alex Raymond, que ejercía de mayordomo al tiempo que ayudaba en sus investigaciones a Rip Kirby, Patson (que debe su nomre, como es obvio, al ayudante del detective más famoso de la Historia) deja el plumero, o el delantal, para seguir (y preceder en muchas ocasiones) a Sir Tim O’Theo en sus pesquisas.

Una fámula cuadrúpeda que camina sobre dos pies
Isabelita es una caso único en la historieta española . Su existencia en el universo Bruguera, por lo común tan apegado a la realidad cotidiana, es una verdadera excentricidad. Otros animales hablan (o mejor dicho, piensan) en las historietas de la editorial, pero como Atila, el perro de los Trapisonda, o Diógenes, el loro de los Cebolleta, su “humanidad” no trasciende del ámbito doméstico. Isabelita, en cambio, hace vida social, yendo regularmente al mercado y es vista (sin provocar la menor extrañeza) en compañía de su señor caminando por las calles, o compartiendo con él mesa en una venta o mesón. Por lo demás, sus naturaleza equina no se revela en nada fuera de su aspecto externo. Ni da coces, ni galopa, ni piafa, ni hace nada de lo que se espera de un cuadrúpedo. Lo que sí hace, como toda criada que se precie, es compartir las estrecheces de la economía de su señor, y quejarse por lo menguado de su estipendio. Lo que no comparte con él es la jerigonza “italo-medieval” que el caballero emplea para expresarse, pues Isabelita habla con équida correción. La que emplea, por ejemplo, para compararle con un boniato de racionamiento en la historieta del Pulgarcito número 91, de marzo de 1949.
Isabelita prestó sus servicios lealmente hasta su última historieta, en el Tio Vivo número 93 de la segunda época, en diciembre de 1962.

La segunda división de la servidumbre. La aportación de Sanchís
La historieta de Blas Sanchís “Bautista, Enriquito y Don Benito” se constituye en ejemplo del esfuerzo técnico y creativo desprovisto de talento. Supone una aproximación al tema que nos ocupa que se materializó en las páginas del Tio Vivo de la segunda época (a partir del número 73) y que comprensiblemente dejó escasa (o ninguna) huella en la memoria del lector. Con tres elementos (un mayordomo, un loro y el amo de ambos, según el orden que figura en el título), el dibujante Sanchís intenta inútilmente confeccionar una historieta divertida apoyándose en personajes prestados. El loro, ni que decir tiene que está copiado del Diógenes de la familia Cebolleta (veguero incluido), al que en sus primera historietas remató con un gorrito similar al del Pato Donald, para diferenciarlo del original. El aditamento se revela inútil en seguida y Sanchís deja de dibujarlo a las pocas historietas. Bautista, el mayordomo (un prodigio de originalidad, desde el nombre) es una versión adelgazada (de cuerpo y de nariz) del Pascual de Nadal. El Don Benito, por último, presenta un aspecto cambiante hasta sucumbir a la definitiva fotocopia del correspondiente señorito de Nadal, con su mismo tupé, su monóculo y batín, cuando había comenzado teniendo el aspecto de típico jefe de empresa (bigote, gafas, calva, cierta obesidad) para pasar luego a parecerse a Don Pío e incluso, en alguna ocasión, a parecerse a algún hombrecillo de los de Schmidt. En un esfuerzo desesperado por relanzar la nula comicidad del mejunje, Sanchís, desde el número 97 del Tio Vivo, incorpora a un cuarto personaje (que condena a la casi desaparición al mayordomo del título) en la persona de Felipico, un baturro de Huesca primo de Don Benito. El elemento rústico pretende promover una fuente de risas, pero fracasa irremisiblemente y no consigue que la serie supere el muy mediocre nivel alcanzado. Ni los personajes tienen gracia, ni sus historietas tienen la suficiente fluidez como para que puedan leerse sin provocar molestias al lector. Más adelante, desaparecido ya el baturro, y a partir del número 140, Bautista engorda súbitamente (de cuerpo y de nariz), alcanzando ya una absoluta identificación con Pascual. Tanto es así, que las mecanógrafas de Bruguera se equivocan comprensiblemente y hacen que Don Benito le llame de esta manera en su historieta del número 143 (2-12-63). Finalmente, y tras incorporar fugazmente a Pepito (un personaje publicitario que anunciaba dulces, los “Almendritos”), la serie termina cuando había pasado a llamarse simplemente “Bautista, mayordomo”, siendo el número 240 (11-10-65) el último en el que este burgomaestre puede certificar que aparece (aunque la agonía pudo prolongarse algunos números más).
NOTA: Como la entrada me ha quedado corta (ejem), no quiero terminar sin mencionar a una actriz que merece el honor que ser (a consideración de este burgomaestre) acreedora al honor de haber podido ser un personaje Bruguera. Me refiero a Gracita Morales ( Madrid 1928-Madrid 1995), quien con su particular voz dibujó una caricatura y quien creó con su arte interpretativo en películas tales como “Chica para todo” (Mariano Ozores, 1962), “Un vampiro para dos” (Pedro Lazaga, 1965), o “¡Cómo está el servicio!” (Mariano Ozores, 1968) un icono cultural popular y entrañable que todo el mundo relaciona con el tipo de “La chacha”, uno de los temas de este larguísimo post. Y fin.
NOTA 2: Los tebeos de los que se han extraído viñetas son: para Petra: Almanaque de Pulgarcito para 1972, Pulgarcito nº 1214 ,1533, 1888 (de entre los años 1954 y 1967); para Pascual: Pulgarcitos nº1201, 1247, 1256, 1370 (de entre los años 1954 y 1957) y Din Dan nº 152 (de 1971); para Eufemia: Din Dan nº 24, 82, 152, 155 (años 69 al 71) para Isabelita: Pulgarcito nº 91 (1949) y Tio Vivo nº 86 y 93 (1962) ; para Panchita: Almanaque de Pulgarcito para 1970; para Patson: Súper Pulgarcitos 11 y 13 (1971); para Bautista: Tio Vivo nº 74,87,97,114, 119, 127, 143, 240 (entre los años 1962 y 1965)
OTRA NOTA: Esta entrada no tiene pretensiones de ser exhaustiva. Seguro que los amables lectores completarán la lista de fámulos bruguerianos con sus comentarios. Les apunto uno: Braulio, el mayordomo de Deliranta Rococó, de Schmitd. Sigan, sigan...

sábado, mayo 27, 2006

Audacia con la aristocracia


¡A ver, señores!: ¡No todo van a ser entradas tan piramidales y ebúrneas como las que destila mi compañero en su alambique veloz! Este burgomaestre, mientras va perfilando uno de sus mamotretos destartalados e ilegibles, ha considerado oportuno mostrarles esta portada de Peñarroya, correspondiente al Tio Vivo número 71 de los de la segunda época, porque sí, porque tiene gracia y porque las portadas de Peñarroya siempre apetecen. Además, se da la circunstancia de que en ella, el gran Peña se permite la audacia de desinflar el globo de la aristocracia, su pompa, su circunspección y su prosapia. Algo que el genial dibujante practicó a lo largo de toda su carrera con jovial y elegante sagacidad. La indumentaria del marqués encausado, impropia de su alcurnia, revela que los Grandes de España no se libran de cometer deslices que los pueden depositar en chirona. Una reflexión cuando menos atrevida en aquel 16 de julio de 1962, fecha de publicación de la revista, cuando (y debe ser casualidad) otro marqués (el de Villaverde) hacía sólo tres meses que había celebrado su primera docenita de años de matrimonio con Carmen Franco, la hija del dictador. Sí, justamente los mismos años que el marqués de Pendentif había pasado a la sombra. ¿Casualidad o es que al maestro le dio por tomarse la justicia por su mano y pincel? Sea como fuere, y una vez más y como siempre, Peñarroya nos maravilla con la economía de su estilo, que le permite reflejar como nadie las expresiones más ricas en matices con las líneas más simples.

martes, mayo 23, 2006

Un antepasado de Protasio


A Protasio le encontramos por primera vez como Don Protasio, en el número 89 de un Álbum Infantil Pulgarcito (véase entrada del 20 de enero de este weblog o lo que sea), y allí, en aquel Pulgarcito, Don Protasio era todavía un ricachón de sillón y chistera, que vivía de la explotación de su pantano en los tiempos de la pertinaz sequía, y su tratamiento de «don» obedecía a una cortesía cívica y meramente formal, y en ese sentido obsoleta. Esta tarde, que ha caído un pequeño chaparrón en Barcelona, hemos entrecerrado las ventanas de nuestra notaría, recién pintadas de verde parra, y nos hemos empleado en la lectura de unos viejos, antiquísimos, Carpantas, cuando,¡caramba!, en el número 58 de Cuadernos Humorísticos Pulgarcito (con planchas fechadas en 1948), se nos aparece en la aventura «Carpanta en cuento viejo con dibujos nuevos» un Don Protasio anterior, que es un Don Protasio medieval y señor de un castillo, con todo su «Don» cargado de sentido y que es un poco Don Pelayo, o aún mejor un poco Don Íñigo de Aragón, es decir, un poco pueblo del medioevo. Ah, y por supuesto, un poco Don Furcio Buscabollos.
Esta historieta la protagoniza el trovador Carpanta, que a todas luces es un antepasado del bohemio y vagabundo Carpanta. Aquí, Carpanta viaja con su amigo Geranio, también trovador de laúd, y ambos vagan por esos caminos de zarzas y de rimas, entre castillos dibujados, en busca de algo que llevarse a la boca, y de esta manera llegan al castillo del señor Don Protasio, y allí, después de una alusión al diestro Pepín Martín Vázquez, y tras interpretar a dos voces el éxito Amado mío, de la película Gilda, Carpanta y Geranio protagonizan el cuento popular del hambriento que es invitado a comer, y al que advierten de que le cortarán de su cuerpo la misma parte que él corte del animal servido (un muslo por un muslo, una oreja por una oreja, su lengua por la del animal…). El antepasado de Carpanta, más pusilánime que nuestro contemporáneo, no se atreve a tocar pieza; pero su compañero Geranio, muy avispado y terriblemente temerario, se pregunta: «¿qué le haré a este tocinito que Don Protasio no se atreva luego a hacerme a mí?», y en la siguiente viñeta resuelve ¡comerse el rabo!, y de esta manera, en la historieta lo que se ha dibujado es una época audaz donde las haya y un Escobar a la altura de sus días.
El linaje de Don Protasio, esto ya se ha ido viendo, atravesó los siglos de la historia de España, unos pocos de oro, acaso uno y medio, y todos de incienso, y siglo tras siglo mantuvo el tipo como dios le dio a entender o como pudo. Quizá hasta haya hoy Protasios en las Américas, e incluso puede que alguno se afrancesara en tiempos de Goya.
Uno de esos descendientes es el Protasio de cuyas circunstancias vamos teniendo noticia a través de los Pulgarcitos, y parece que pasó la guerra con poco deterioro y que intentó aumentar su fortuna tras ella aprovechándose de la desiguladad del régimen. Pero algo tuvo que hacer mal por el camino, porque dentro de unas historietas ya nos lo vamos a encontrar con el «don» empeñado en el Monte de Piedad y acompañando al muerto de hambre más muerto de hambre y menos hidalgo de toda España, y siempre con un punto de, claro, comprensible resentimiento
(Ah, el cartel de la peli Currito de la Cruz, protagonizada por el matador Pepín Martín Vázquez y estrenada al año siguiente de la publicación de la historieta aquí reseñada, aunque dudamos que exista relación alguna entre ambos extremos, lo hemos tomado de http://es.geocities.com/programasdecine/cg1d.jpg.).